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La ley de la insurrección

25 de Noviembre del 2021 - Ángel Arasanz Ascaso (Gijón)

A Alberto Rodríguez, quien fuera diputado del Congreso, le recordaremos por patear a un policía y defenderse objetando la falta de pruebas.

El Supremo argumentó que, para determinar la agresión al agente y la autoría de la misma, la prueba que tuvo en cuenta es, fundamentalmente, la declaración del policía afectado, quien "en sus declaraciones no expresó duda alguna respecto a que el acusado fue quien le propinó, voluntariamente, una patada en su rodilla izquierda".

En el juicio, el "delivery man" de coz explicó que asistió a la manifestación, pero negó haber repartido obleas en los altercados. Es probable que asistiera a la manifestación a recitar poesías y cubrir con collares de flores de loto a nuestros cuerpos de seguridad.

El agente agredido aseguró que vio cómo Rodríguez le pateaba, pero no le detuvo para "no perder la línea" de protección que había organizado la Policía.

El valor probatorio de las actuaciones de la policía prevalece una vez más. Es lo que hace que las multas de tráfico redactadas por un agente "a ojo de buen recaudador" sean inapelables. Y aunque duela porque todos hemos padecido a algún "Madelman local " la gran mayoría de las veces aciertan y si no aciertan lo asumimos con total naturalidad, aceptándolo como la insoportable levedad del ser.

La otra opción es un mundo imaginario visto con las gafas de John Lennon, amoroso, idílico, paradisíaco, poético y utópico.

¡Una lástima!

El debate político no se centraba en que zarandear el orden establecido a sucia patada no es la única ni la mejor forma de avanzar. Se pretendía derribar al adversario y agradar a los hooligans de la portería contraria con la excusa de un habitual enjambre judicial. Todo el lío lejos, muy lejos de ningún debate de fondo. Algo a lo que ya estamos tan hartos como acostumbrados.

Ya lo advirtió Ada Colau en 2015: "Desobedeceremos las leyes que nos resulten injustas". Era una visión, un sabio preludio de lo que sucedería después. Fuegos políticos artificiales de 8 segundos, propaganda, rabia en la calle, distancia entre regiones hermanas, hacer el ridículo, generar una gran frustración y dejar a personas de buenas intenciones en "llanta ideológica" después de las promesas insatisfechas de tierra prometida y oro a raudales para todos, todas y "todes".

Escraches mentales para distraer al personal y no trabajar por los verdaderos problemas de los ciudadanos que es tarea más ardua y laboriosa.

Si se trata de que vivamos mejor, en libertad y en paz no creo que arrancando los pilares de la tierra pueda arreglarse algo, más bien al contrario. Nos gusta destruir castillos de arena, de naipes, tirar bolas de nieve al vecino aunque no nieve, afeitar globos, comprar en Amazon y en la tienda del barrio, criticar a Luis Enrique, admirar a Julio Iglesias y a El Fary, reírnos hasta de nuestra sombra con una caña en la mano, pero en un país en crisis permanente resulta irresponsable, por ser dulce, pretender cambiar algo solo basado en la ley proclamada de la insurrección.

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