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El debate del lobo en Asturias

25 de Noviembre del 2021 - EDUARDO BROS MARTÍNEZ (Oviedo)

La bonanza de la densidad lobera en Asturias se circunscribe a un asunto fácil de reconocer. Hablan de procedimientos científicos y técnicos que desconozco por no saber concretamente a qué se refieren (nunca fueron explicados a la opinión pública, quizá porque no hayan existido), como pilares básicos en la recuperación del lobo en nuestra comunidad. Se debe configurar la protección de cualquier aspecto de la naturaleza como la mejor baza a partir de la entrada en 1988 del Seprona (Servicio Protección de la Naturaleza), a "velar por el cumplimiento de las disposiciones que tiendan a la conservación de la naturaleza y el medio ambiente". Sin duda, un decidido y decisivo refuerzo a las labores de vigilancia del personal de guardería de los distintos cotos de caza sociales de Asturias, de cuyas consecuencias, ha resultado clave en ese propósito de prevenir actuaciones de grave perjuicio contra la fauna salvaje.

Por otro lado, es un bulo bastante extendido el otorgar la máxima culpa a la caza de haber llevado en tiempo pasado cercano al actual al borde del peligro de exterminio a una especie como el lobo. Los hostiles a la cinegética, con esa propensión que tienen de fuerte tendencia a atentar contra sus derechos, han cometido una fallo garrafal al promover una estrategia que le permitiera obtener impacto mediático, por esa necesidad perentoria que tienen de cautivar y producir en la opinión del ciudadano emociones de conceptos equívocos, habiendo derivado hacia ella cualquier juicio de imputación, personal o colectiva, que haya sido motivo de fuerte pérdida de ejemplares del cánido en cuestión. En este caso, mienten a sabiendas.

La realidad va por otro lado. Existió en otra época un tipo de caza distinta en las formas a la actual, que actuaba motivada fundamentalmente por la imperiosa necesidad que tenía el hombre del campo en alimentarse, encontrando en las especies cinegéticas un recuso de subsistencia, y como medio eficaz de eliminar animales depredadores, auténticos competidores en su lucha por acceder a la comida. Ya no se caza para obtener alimento. Este tipo de aprovechamiento ha ido dejando su actividad a medida que avanzaban las mejoras en la calidad de vida en la sociedad española. Duró hasta 1970, motivo de haberse promulgado una nueva Ley de Caza para todo el territorio español que daba fin a la singularidad de este procedimiento. La caza de hoy ha experimentado un cambio radical; ofrece una versión adaptada a las exigencias de un orden moderno en cuanto a gestión y ordenamiento, siempre sujeta a la racionalidad de los Planes de Caza, obligatorios desde 1989. Administra con eficacia su capital acumulado, sin excederse, con el objetivo de dotarse de soluciones sostenibles y duraderas. Ha conseguido ser más solidaria colaborando con programas que tratan de la conservación de especies silvestres catalogadas de protegidas.

Por tanto, debido a esto y para conocer la verdad, conviene señalar la existencia de factores concluyentes a quienes atribuir ciertamente la mayor responsabilidad. Un decreto conocido como "ley de Alimañas" ordenaba en todo territorio español la creación en 1953 de Juntas de Extinción de Animales Dañinos cuya única finalidad consistía en eliminar del medio natural aquellas especies silvestres consideradas nocivas para los intereses del mundo rural. En este sentido cabe recordar, a modo de ejemplo, la figura autorizada del alimañero durante el tiempo en que se mantuvo esta norma. De la eficacia de estas personas en el manejo de capturar alimañas su guardan testimonios. De la extracción de lobos en zonas donde su presencia ha sido más intensa quedan huellas estructurales de un pasado vinculado a esta especie. El "trampeo" (cepos y lazos) ha tenido distintas versiones de aplicación, y el vertido autorizado de veneno en el medio natural era cosa frecuente. Por tanto, la caza, en estas, no estaba.

Fuera de esta norma, aquí en Asturias no se tienen antecedentes de haber concedido autorizaciones unipersonales a cazadores para abatir lobos. Ha habido, sí, controles oportunos promovidos por la Administración pública, pero de carácter muy restrictivo, en cuanto a tiempo y forma, en el modo de hacerlo, con una amplia participación de sectores, incluso de los llamados profesionales, para intentar reducir su densidad allí donde se consideraba fuese conveniente, resultando fallidos las más de las veces, debido, por una parte, a la astucia de este animal para evadir los cercos a que ha sido sometido, y, por otra, al descontrol en la organización de las batidas, sin excluir el escaso interés que supuestamente mostraban quienes habían sido contratados y debidamente retribuidos, para tratar de eliminar ejemplares de especie tan problemática. En la actualidad las bajas autorizadas de lobos en Asturias, cuando se producen, es a través de los propios medios de la Administración, en casi su totalidad.

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