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Hawking, ateo y creyente

16 de Septiembre del 2010 - J. Avelino de la Pienda (Oviedo)

«El baile de la ciencia y la metafísica: Una respuesta a S. Hawking». Así se titula mi último libro, publicado en la Editorial Biblioteca Nueva de Madrid (2008). En él respondo a la negación que ya hace Hawking de la existencia de Dios en su libro «Brevísima historia del tiempo», cuya versión en castellano presentó precisamente en Oviedo con ocasión de su visita a esta ciudad para recoger el premio «Príncipe de Asturias».

Después de hacer una exposición resumida de las actuales teorías de la ciencia sobre el Universo, propone la tesis de un Universo autoconsistente. Es decir, de un Universo que se explica por sí solo sin tener que recurrir a la existencia de un creador.

Aunque al principio de su libro, publicado junto con Mlodinow, toma una actitud prudente con relación a las teorías de la ciencia para explicar el Universo, sin embargo, al final se deja llevar por esa tendencia, que tiene el ser humano, y que parece irremediable, para opinar sobre la existencia de Dios. No se conforma con quedarse con los datos contrastables que le aporta la física moderna.

Por lo que veo en distintos artículos de prensa, Hawking ha vuelto sobre su negación de la existencia de Dios. Él sabe muy bien que es un tema muy sensible. Una manera muy socorrida de llamar la atención una vez más sobre su persona y obra es opinar sobre ese tema dando la impresión de que la física moderna excluye como un dato científico más el que exista un creador del Universo. Aprovechándose de su prestigio como físico nos quiere dar gato por liebre. Pero su atrevimiento no es nuevo. Ya antes, otro premio Nobel de la ciencia, J. Monood, utilizó la misma estrategia para negar la existencia de Dios. Se podrían citar otros muchos ejemplos.

Por otra parte, habría que preguntar a Hawking y a otros muchos que presumen de ateos qué concepto de Dios es el que niegan o cómo entienden la posible o supuesta acción de un creador del Universo.

En cualquier caso, el problema de Dios es tan viejo como la existencia del hombre mismo. El ser humano no sabe vivir sin creer en su existencia o sin creer que no existe, pero siempre creyendo. Y digo creyendo, porque la existencia de Dios se puede creer o no creer, pero no se puede demostrar ni científica ni racionalmente ni que exista ni que no exista.

Hasta ahora no he conocido ningún argumento que demuestre incontestablemente la existencia de Dios, ni tampoco ninguno que demuestre lo contrario. Así que la puerta queda abierta plenamente para la libertad o creer o no creer. En esta puerta abierta se enraízan precisamente las religiones.

Por otra parte, el fenómeno universal de las religiones algún significado tendrá. Hoy están tan vigentes como hace tres mil o cuatro mil años. Los materialismos que niegan la existencia de Dios también existen desde hace muchos siglos. Unos pasan, vuelven otros, y las religiones también siguen ese camino.

Además, la existencia de Dios se camufla bajo muchos nombres, que aparentemente lo niegan, como el de «Materia», por ejemplo. Si prescindimos de la complicada problemática del concepto de «materia» y, sin embargo, afirmamos que todo es materia y nada más que materia, añadiendo que esa materia es creadora, infinita, omnipresente, etcétera, estoy metiendo por la puerta de atrás, al Dios que expulsé de mi casa por la puerta principal.

Decir que el Universo es eterno no es una proposición que se pueda demostrar racionalmente ni verificar empíricamente. Decir que es autoconsistente o que se creó a sí mismo es simplemente un absurdo.

Así que Hawking, lo único que puede decir con fundamento antropológico es que él no cree que exista un Dios creador del Universo. Está en su pleno derecho de libertad de conciencia. Lo que ya no es tan honrado es que pretenda darnos como una conclusión científica la no existencia de Dios, aprovechando para ello su prestigio como científico.

J. Avelino de la Pienda, filósofo y teólogo, Oviedo

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