Mi reino por un pinchazo
Estimado zombi: a pesar de que los vacunados tenemos protección divina contra todos los males de la humanidad para los restos (tendrían que quitarnos el derecho a voto por tal privilegio), y que también la tendremos con las dosis de refuerzo que nos pondrán a lo largo del año, todos los años...
Si aun así, tú, fanático antivacunas, serio peligro para la democracia y los derechos civiles, no estás vacunado, será porque has sido capaz de resistir la presión de televisivos personajes como el Risto Mejide en TEM, o la Belén Esteban, quien con bellas y delicadas palabras ha dado certidumbre a tu incertidumbre: “Vacunarse es seguro y es imprescindible. Todo el mundo a vacunarse”, ha dicho la “experta”.
Esto añadido a la multitud de estímulos para el estigma en forma de cerveza gratis, donuts, marihuana, entradas para espectáculos y hasta participación para un sorteo semanal de un millón de dólares, con tal de que dobles la cerviz.
Hasta ahora, has logrado mantenerte “incorruptible”, vale, pero el cerco se estrecha y puede que haya que segregar a los no vacunados para proteger a los vacunados no protegidos por la vacuna. Para entonces, tal vez tengas la mente carbonizada y no seas capaz de mantener tu numantina negativa, aunque un nuevo estímulo, esta vez por parte del burdel Funpalast, un “saunaclub de estrellas del sexo” en Viena, que te ofrece entrada y ¡sesión gratis! por un pinchazo, quizás te haga claudicar, por fin.
Aprovechando que se presenta un fin de semana triste y lluvioso y que los de Antena 3 han dejado de poner anuncios en medio de las películas para poner películas en medio de los anuncios, quizás tengamos tiempo de solucionar el problema planteado por algún psicópata inmisericorde y cruel:
Enunciado: “Cómo convencer a los no vacunados de que las vacunas funcionan... y, al mismo tiempo, explicar a los vacunados necesitados de una tercera dosis por qué las vacunas no funcionan. Tienes cuatro horas”.
“Existen dos maneras de ser engañados: una es creer lo que no es verdad y la otra es negarse a aceptar lo que sí lo es”. Oportuna sentencia de Soren Kierkegaard.
Saludos cordiales,
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