No puedo con él

30 de Noviembre del 2021 - Marino Iglesias Pidal (gjón)

Estaba acordándome ahora de que no me acuerdo qué hice con una piedra, de la que no me acordaba, y que descubrí al andar rebuscando en los cajones alguna vaina olvidada, en un ejercicio que se ha vuelto fundamental en mi actual diario vivir.

Y eso que trato de seguir los consejos de mis reflexiones al respecto. Debo ser estricto en el cumplimiento de ciertos asertos que antes no pasaban de meras recitaciones en algunas situaciones. Por ejemplo: Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar.

Fundamental. No vale eso de... Dejo el destornillador aquí que es donde generalmente... ¡No! Ya la cagaste. Lo llevo después de que... ¡Ya la volviste a cagar!

Hace meses que lo tengo perdido, el destornillador.

¡Hasta el serrucho! ¡Que ya es decir! ¡¿Cómo pude haber desaparecido una vaina de ese tamaño?! Pues sí. Estoy rezando para no necesitarlo antes de alguna bondadosa revelación que me diga qué coño hice con él y no tener que comprar otro.

Al cabo de... un minutito, me acordé cómo llegó la piedra al cajón.

De pequeñu echaba por aquí pa riba, dejaba Les Casines atrás, salvaba la portilla, bajaba por el caminín de la yerba pisada del prau, y llegaba a su límite de abajo, un matu que lu cercaba interrumpidu por un hueco con dos escalones de piedra y una, vetusta y gruesa rama en forma de ye, que permitía el pasu del personal y cerraba el de les vaques. Bueno, pues, cuando volví 40 años después, poco quedaba del antiguo paisaje, de lo poco, los dos escalones de piedra, ya con evidente fecha de de caducidá muy próxima. La esquina, bien pulida y redondeada por tantos miles de calzados pasos, entre ellos los míos con alpargates, se había laminado y estaba a punto de desprenderse. La ayudé a finiquitar la intención. Al mi bolsu, y al cajón. De vez en cuando, uno se deja llevar por extraños sentimientos.

Y claro, cuando uno se encuentra con una piedra que pisó hace tantísimos años, pues ... No sé, pero se le hacen presentes los pasos de aquellos tiempos. La clara tendencia, innata, de preferir pisar yerba que cemento, de escuchar verderones, jilgueros y pinzones mejor que de la maestra las lecciones, de ver los colores pintados por su artista supremo el sol ... De correr hasta la extenuación y recuperarte tendido en el amoroso lecho de yerba... Con los ojos cerrados, haciendo infinito el mundo que así puedes contemplar, a, de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, abrirlos de nuevo a un día lluvioso, triste y tormentoso, para mirar, lentes de por medio, un teclado que, en alguna medida alivie la consideración de que, aunque yo no las sienta, a mis neuronas, sí percibo los efectos de su funcionamiento, anquilosado, transmitiendo mensajes a través de una atrofiada red de comunicación atrofiada que ralentiza, abrumadoramente, el paso del mensajero y, como lógica consecuencia, imprime una velocidad de vértigo al discurrir de mi tiempo.

Hago crucigramas, escribo estas reflexiones... Pero, si esta gimnasia tiene algún efecto positivo, desde luego ninguno que yo perciba.

Y el tiempo no modera en absoluto el exponencial aumento de su velocidad, todo lo contrario.

Será cabrón. No puedo con él.

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