In hoc signo vinces
LA VIDA OVETENSE EN LA ALTA EDAD MEDIA
Llevo en mi cuello la Cruz de la Victoria desde hace muchos años adicto a ese sentido apotropaico como defensa y protección del cristianismo. La cruz da buena suerte por ser signo de salvación. Es la cruz que vio dibujada en los cielos el emperador Constantino. Arrio el heresiarca, que trató de exaltar la humanidad del Salvador sobre su divinidad, craso error, ordenó que el símbolo de la fe estuviera colocado sobre las aras, los lares y las arras. Entre los primitivos cristianos el símbolo era un pez. Los reyes godos adoptaron esta venerable tradición. In hoc signo vinces. Esa era la clave. Los primeros monarcas asturianos eran muy pobres, vivían en chozas, pero labraban hermosos templos siguiendo la tradición romana y daban sus riquezas o reservaban las mejores galas en la creencia de que tal morirían recompensados a la muerte con la vida eterna y perdurable. En ello estriba la fundación de grandes monasterios fruto de sus mandas y donaciones pro anima. El monaquismo sirio y de Anatolia imbuye de fervor religioso del siglo IX cuando nace el prerrománico ramirense. Las misas eran largas “a los gallos cantar” y antes del primer yantar, como en Oriente. Cuenta la leyenda que al rey Alfonso II el Casto, saliendo de misa camino de su palacio, se le aparecieron unos ángeles pintores de iconos y les rogó que le pintasen una cruz. Aquel día se celebraba un banquete. Vinieron el senescal, el apocrisiario limosnero (así lo cuenta el P. Flores en su libro “La España Sagrada”), el condestable o caballerizo y el pincerna encargado de probar el vino para evitar que lo envenenasen. Cuando levantaron manteles llegaron los ángeles orfebres con una cruz de plata labrada. Así fue como nació el símbolo de la ciudad de Oviedo. Siguiendo Alfonso III el Magno la tradición, mandó hacer la Cruz de la Victoria, que regaló a la Catedral de Oviedo: una cruz de oro de más de una vara de alto y tres cuartas de ancho con cornalinas y camafeos engastados. La preciada joya fue robada en 1977 y fue recuperada milagrosamente junto con el arca de las ágatas, un obsequio del rey Fruela a la iglesia del Salvador en los comedios del siglo X. Sacra ovetensis, dives toletana, ebúrnea burgalensis. Digamos en conclusión que es hermosa y muy arraigada la tradición cristiana. Que la Cruz de la Victoria nos valga. In hoc signo vinces.
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