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La gestación del desastre de Annual

30 de Noviembre del 2021 - Alfredo Sancho Cavo (Madrid)

Se conoce como el “desastre de Annual” el resultado de la batalla que se libró entre el Ejército español y las cabilas rifeñas lideradas por Abd el-Krim entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 1921, cuyo resultado fue la derrota del Ejército español capitaneado por el general Silvestre.

Las fuerzas de ambos contendientes estaban igualadas, 18.000 hombres el general Silvestre (incluyendo las tropas indígenas) y otros 18.000 hombres que se calculó que tenía Abd el-Krim.

Se le ha dado el nombre de desastre, porque a la desgracia grande que fue el número de muertos -casi 12.000 soldados y oficiales españoles, y casi 3.000 soldados de las tropas indígenas del ejercito- hay que unir el “como”: tropas aterrorizadas, cadáveres encontrados con tiros por la espalda, mandos que huían a la desbandada.

Pero el objetivo de este escrito es demostrar que el “desastre” se gestó muchos años antes.

Para ello hay que recurrir al sistema de reclutamiento existente entonces, que permitía que un mozo no fuera incorporado a filas si pagaba 6.000 reales al Estado español (1.500 pesetas). Esa era una cantidad enorme para la época que solo podía pagar la aristocracia o la alta burguesía, pero no los obreros. Se conocía a los eximidos del servicio militar con el nombre de “soldado de cuota”. Con su cuota se pagaba el uniforme del soldado sin posibles, su manutención y los sueldos de cabos, de cabos primeros, sargentos, brigadas y oficiales desde teniente a capitán general (España tenía entonces 30 tenientes generales, más de 3 veces la suma de los que tenían Francia, Italia, y Portugal, conjuntamente).

El 18 de mayo de 1902 Alfonso XIII, a los 16 años, asume el trono.

España había perdido en 1898 las colonias de Ultramar, y fija sus ojos en Marruecos. En el reparto colonial de 1904 logra que se le considere potencia interesada, y en la Conferencia de Algeciras del 16 de enero y del 7 de abril de 1906 se acuerda que España y Francia ejerzan el Protectorado de Marruecos. España pasa a tutelar la zona norte.

El 21 de julio de 1908, aún estaría fresca la tinta de la firma de los acuerdos de la Conferencia, se crea la Compañía Española de Minas del Rif (CEMR), para explotar los yacimientos de hierro de esa zona. Entre sus principales accionistas están el conde de Romanones y Alfonso XIII. Es de sentido común pensar que la creación de CEMR, es consecuencia de las prospecciones que se llevaban haciendo años, pagadas por el cojo Romanones y sus socios. Para transportar el mineral de las minas hasta un puerto se proyectó un ferrocarril. Las obras del ferrocarril destruyeron un cementerio musulmán y un morabito, y los obreros fueron atacados el 9 de julio de 1909 por los indignados moros, que mataron a seis de los obreros e hirieron a otro.

Antonio Maura, presidente del Gobierno, presionado por Minas del Rif porque si no se daba un escarmiento a los rifeños nadie trabajaría ya en la mina, decide efectuar una operación de castigo como respuesta a la muerte de los españoles; llama a filas a los reservistas de 1903 a 1907, y envía tropas de Cataluña, Madrid y Andalucía.

Los reservistas eran hombres casados y con hijos, eran proletarios; su envío a Marruecos dejaba a las familias sin sustentos, y se sublevan. Es el periodo que va desde el 26 de julio al 2 de agosto de 1909, conocido como la Semana Trágica; habían pasado apenas dos semanas desde el ataque a los ferroviarios. Se producen disturbios en Barcelona, el odio hacia el clero, aliado de la burguesía, lleva al incendio de iglesias y conventos. La represión de las fuerzas de orden es terrible: 175 penas de destierro; 59 cadenas perpetuas; y 5 condenas a muerte, la más inicua la del pedagogo Ferrer i Guardia, bestia negra de la clerigalla de entonces. Su fusilamiento en los sótanos de Montjuich provoca manifestaciones en toda Europa contra el Gobierno de España. Maura presenta su dimisión a Alfonso XIII, para demostrar que el Rey le había apoyado y esperando que no la acepte. Para su sorpresa, este acepta su dimisión. El ejército que entonces enviamos a Marruecos estaba formado por hombres desmoralizados, sin ánimo de victoria, que no querían defender a esa España madrasta creada por la aristocracia y la alta burguesía que llevaban años gobernando nuestro país, utilizando para ello el pucherazo y el caciquismo. Ese sistema político gestó el Desastre.

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