No es oro todo lo que reluce
Es una meridiana evidencia que hay ciudadanos de primera, de segunda o de tercera, no solo por sus condiciones de vida y de oportunidades, si no también en lo que se refiere a derechos fundamentales, y muy especialmente frente a la ley.
Hay muchas razones para pensar que los privilegios de que disfrutan determinadas personas, como la inviolabilidad o la impunidad, no son producto de la casualidad si no de un muy bien orquestado, e interesado, planteamiento jurídico.
La reciente, y polémica, renovación del Tribunal Constitucional, con un año y medio de retraso, y el lamentable bloqueo de más de tres años del Consejo General del Poder Judicial, no hacen si no constatar la lucha de intereses partidistas, entre las fuerzas políticas mayoritarias, con el único objetivo de obtener cuota de poder y gobernar a su antojo.
Desde esta perspectiva parece lógico pensar que lo que nos han vendido como la "independencia" de los tres poderes del Estado es solo una quimera, un espejismo o una ensoñación. Que no es oro todo lo que reluce, vamos.
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