Tres sorbos...
La Tacita de Café de Félix Richard nunca está vacía, siempre llena, calentita, día a día, la bebemos... Son sabios y sencillos sus mensajes, enviados desde el corazón, por eso no hay «dios» que no los lea; siempre «jóvenes», actualizados, que nos hacen escanciar con él sin tapujo sus posturas familiares, asturianas, ciudadanas, incluso políticas y religiosas, etcétera. Tal vez por eso, como diría cualquier «nica», a «güevos» se nos mete en el alma. Es que jamás pasan desapercibidos sus cordiales mensajes, como en mucho son también los del prestigioso Monteserín, praviano, o del gijonés genial Pedro de Silva, quienes, asimismo, nos dan cotidianamente a probar sin reserva su perennifolio «Mate», infusión de América ajena al veneno, más bien satisfactoria al gusto, aunque con su ingenio nos hacen potar buena o mala «leche»...
Ya se nos va otra vez el verano e inexorablemente llega el otoño. Son meses de reflexión, y la playa cantábrica, que con su sol disfrutamos nomás ayer, se queda sola, y entre la añoranza comenzamos a recordar a tanta buena persona, como inolvidables amigos, por ejemplo, entre otros, a quienes se han ido para siempre y no volveremos a saludar, jamás: Joaquín Vaquero Turcios, Martínez Cachero, Juan Luis de la Vallina, los queridos «casín» Ángel García Raymond, Alfredo Santos y Luis Saucedo Flórez, tío de Maricarmen, mi esposa carbayona...
Que tan nobles escritores nos sigan informando de lo alegre y triste de la vida, una vez seria o jocosamente, y que el buen humor astur no falte. Pues, al fin y al cabo, en este mundo de ricos y de pobres, fartos y hambrientos, de justicias e injusticias, de creyentes o ateos (no es la primera vez que se ha dicho que no existe Dios) hasta que reviente Tierra, nuestra Madre, que día a día cavernariamente destruimos todos, sin excepción, olvidando egoístamente que somos Ella.
Heradio González Cano
Oviedo
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