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Las montañas son de todos

19 de Septiembre del 2010 - Mario Gutiérrez Rubio (Aller)

El preclaro escritor leonés Julio Llamazares creó una bella metáfora como título de uno de sus últimos libros. A las catedrales de las distintas ciudades españolas las llama «rosas de piedra». También en una dedicatoria de este fundamental libro escribió que para algunos aficionados al montañismo las catedrales son las montañas cantábricas. En efecto, desde las altas cumbres de la Cordillera podemos rendir culto a la belleza inigualable de estos espacios naturales, que, generalmente, aunque por desgracia no siempre, siguen estando como hace miles de años.

Desde ellos podemos, como decía Clarín en «La Regenta», «ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, ver pasar un águila o un milano debajo de nuestros ojos enseñándonos el dorso dorado por el sol», porque subir montañas no es sólo caminar y vencer la fuerte pendiente, sino meditar, penetrar en nuestros pensamientos mientras admiramos la belleza de unos paisajes que cambian a cada momento.

Las montañas son de todos, son un espacio público que nadie debe monopolizar. A las montañas suben católicos, musulmanes, budistas..., suben creyentes y no creyentes, y todos merecen consideración y respeto, por eso la colación de símbolos religiosos en las cumbres, sean los que sean, no es en absoluto procedente. Que algún grupo de entusiastas, por emplear un término suave, se empeñe en restituir la famosa escultura en la cumbre del Naranjo de Bulnes, o Picu Urriellu, es algo a lo que no merece la pena dedicar mucha atención. Son retazos del pasado nacional-catolicismo que el viento de la historia no tardará en llevarse. Pero que intervengan la Federación de Deportes de Montaña, Escalada y Senderismo del Principado de Asturias (FEMPA), un helicóptero de la Guardia Civil y varios miembros de dicho cuerpo ya es otra cosa y plantea algunos interrogantes, como los siguientes:

¿Está la mayoría de los montañeros a favor de estas actividades? ¿Es esto propio de una institución moderna y democrática? ¿Quién paga los desplazamientos del helicóptero, que no deben ser nada baratos? ¿Habrá aquí un gasto inapropiado de fondos públicos? Esperamos respuesta de quien corresponda. Gracias, señora directora, si tiene a bien publicar esta breve carta.

Mario Gutiérrez Rubio

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