Mejor no preguntarse
Mejor no preguntarse.
¿Habrá algo más complejo que la cabeza de uno?
Sonrisa espontánea ante la espontánea respuesta: la de otro.
Sí, claro, quizá. Aunque quizá no. Quién sabe. Pero, en fin, para no dar lugar a sonrisas equívocas, sustituiré "la cabeza de uno" por "la cabeza del ser humano". Y yo, será por mi ignorancia, me respondo a mí mismo con un rotundo no.
Es tan complejo el ordenata este que traemos de fábrica que, ¡cómo no!, nos resulta enormemente excesivo. O enormemente insuficientes resultamos para él. Como queramos decirlo.
Nos falta teclado para manejarlo. O le sobran datos accesibles a nuestro deficiente teclado. También, como prefieran decirlo.
El caso es que esta nuez cerebral, de contenido infinitamente más enmarañado que su contenedor, es, sin paliativos, nuestro amo y señor. Me expreso de esta manera porque para mí que somos dos, mi cerebro y yo, compartiendo un único cuerpo en el que yo pinto bien poco, si es que pinto algo. Bueno, sí, soy el que ha de apañárselas con todas sus ocurrencias, las de la nuez, buenas o malas.
Impenetrable tracalero y traidor con su humilde servidor. Ponemos a su disposición cuanta información podemos lograr y él nos paga sin la mínima consideración. Te señala los caminos haciéndote creer que tú los eliges y, en ocasiones, hasta te impide seguir los señalados para cargarte con la culpa de su error al impedirte seguirlos.
Llegados a este punto... repienso. O sea, me pide que le pida que vuelva a pensar sobre la consideración a que me ha hecho llegar.
Él decide, pero lo hace conforme a las señales que yo le envío. Ok, él decide que por casa ande en calzoncillos, con pijama, con ambas cosas y bata... Pero soy yo, su container, el que le da el dato de la temperatura ambiente para que tome la decisión correspondiente. Si ha decidido que me guste el chocolate con pan frito, ha sido en virtud de la información que las papilas gustativas de mi lengua le han enviado...
Definitivamente, primero soy yo, siempre he sido yo, aunque en ocasiones pueda parecer que no, mas, si es así, se debe a que el carajo no solo inventa sobre la marcha, sino que, además, almacena toda la información que recibe, y ha recibido, y se la pasa haciendo malabarismos con ella para estar pariendo ocurrencias sin parar. Si, sí, sin parar, porque resulta que el jodido ni duerme.
No, y si sigo dándole vueltas a la vaina, a ver. Porque me pregunto, por ejemplo, por qué a mi mujer le encantan las fresas, y yo, puag. ¿Por qué, los dos en la cocina de casa, yo estaba muy a gusto con el jersey mientras mi padre, en camiseta, renegaba con "el calorazu"?
Coño, vale, toda esta vaina resulta deprimente. Cuanto más me pregunto, más insignificante me siento, y, siendo esta vaina como el cuentu de la buena pipa, no quiero terminar llorando. Así que ni una palabra más.
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