Yonkis
Entre los yonkis también hay clases, no es lo mismo llamarse Luisín que Camilín. Luisín tiene como patrimonio un banco público, unas mantas roídas, una vieja mochila y un perro; Camilín tiene mucho dinero que le dejó su padre. Sin embargo, cuando la de la guadaña va a recoger los estragos que ha producido la droga no hace distinción de clases, a uno se lo llevará como a un perro, mientras lo mirará con esos ojos lastimosos su pobre perro, y al otro se lo llevará entre algodones ante su polémica madre, pero, a ambos se los llevará igualmente. A veces hablan de no sé qué país de África donde la esperanza de vida no llega a 50 años, pero, aquí mismo tenemos nosotros un país, el del mundo de la droga, donde aún hay bastante menor esperanza de vida. Cada tres días, por asuntos que no vienen al caso, hago un recorrido de casi media hora, siempre voy y regreso al mismo sitio. Me gusta coger el autobús de San Fernando, ya sabe usted, un poco a pie y lo otro andando, hay que hacer ejercicio. En ese recorrido fijo siempre paso cerca de eso que algunos llaman albergue y otros casa para transeúntes, en realidad son unas instalaciones dependientes del Ayuntamiento y de la Comunidad Autónoma cuya única finalidad es ocultar en lo posible a la ciudadanía lo que hay allí, lo que pasa por allí y lo que hacen allí, con muy buenas intenciones, eso sí. A veces me paro un rato a observar la basura tirada por el suelo: bolsas de plástico, paquetes arrugados de tabaco, y botellas vacías, sobre todo de litro de cerveza, eso que se ha dado en llamar litronas. Cuando no llueve hay yonkis sentados en la acera y en un parque cercano, con sus mochilas, con sus mantas, a veces llevan tantas cosas encima, tanta basura, tantos cartones, que parece imposible que se puedan desplazar con toda ella. La manta y el plástico como ropas talares, el pitillo en una boca donde es más difícil encontrar un diente a que te toque la Primitiva, la litrona en la mano, y el perro fiel siempre a la vera. A Luisín le gusta hablar con María, también la llaman la María, como la de los guardias, aquella traía a cuenta a cinco batallones y esta no se sabe a cuantos yonkis. Es guapa, a pesar de los estragos de la droga y de la pintura de payaso sigue siendo guapa, aunque ya no te lo parece tanto cuando la escuchas hablar. Saben que les quedan pocas hojas del calendario que arrancar, si tuvieran calendario, así que la única preocupación de Luisín y de María es ver lo que van a hacer hoy, en qué esquina o delante de qué supermercado van a pedir, si sacarán para un chute o si tendrán que ir a por la metadona. La pandemia, la inflación y el mundo y sus monarquías les importan una mierda. Para unos la libertad es abrir los bares y para otros legalizar el cannabis y dar una Renta Básica Universal a todo el mundo para tener un gigantesco nicho de voto cautivo, todos se llenan la boca hablando de la libertad individual para los que no tienen libre albedrío. ¡Hipócritas! A Luisín y a María también les han dado libertad, ingresarlos a la fuerza en un centro de recuperación sería vulnerar sus derechos individuales, ¿tendrán los yonkis también libre albedrío? Algunos sentarán a un pobre a su mesa estas navidades pero nadie va a sentar a su mesa a un pobre yonki, con suerte les darán en el albergue una sopa caliente y un plato de comida, entre ración de chute y metadona.
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