Muerte, ¿dónde está tu victoria?
Con esta pregunta el escritor Daniel-Rops tituló una de sus novelas, género del cual no soy especialmente asiduo, pero que en este caso hago mención expresa, pues toda ella es un cántico a la esperanza cristiana y al fracaso de la «muerte» cuando ésta sólo «vence en el cuerpo» y no en el «alma». Y por tanto me viene muy al caso en la polémica de la ubicación del tanatorio en Lugones, que no así de su construcción.
Hay quien ha podido pensar, a tenor de mi negativa al lugar elegido, en un supuesto «rechazo» o «miedo» a la contemplación de un edificio funerario. Nada más lejos de la realidad. Por mi profesión he tenido que convivir con «ella» en distintas circunstancias. Desde la ayuda personal a quien se encontraba en ese trance hasta la «contemplación» de la misma en mi propio domicilio y en mi lugar de trabajo.
No sé si pude haber dado esa sensación; ¡tal vez! Pero ante una realidad tan ligada al hombre siempre me he planteado el asimilar y comprender las palabras de Santa Teresa de Jesús cuando, refiriéndose a nuestro paso por este mundo, lo comparaba con «una mala noche en una mala posada». Esto no es óbice para que ante su aproximación no sienta cierto temor. Es humano. Y al ejemplo de Cristo en la Cruz pido que «pase de mí ese cáliz». Pero a renglón seguido asumo «el hágase tú voluntad y no la mía». Por tanto, aclarado este punto, mi personal rechazo al lugar elegido se debe a una valoración de carácter urbanístico, que como tal se rige por un orden de ubicación de servicios. Así pues, los polígonos industriales tienen su lugar en los planes de ordenación. Los dedicados al ocio y a la educación, otros, y no son menos los dedicados a servicios puramente funerarios.
Hay quienes para justificar la ubicación actual hacen comparaciones con otras localidades donde, efectivamente, estos tanatorios están situados (para mí mal situados) en lugares impropios, así como inadecuados. Ejemplos para ello existen. En Murias, uno frente al Hospital; en Cabueñes, otro frente al centro sanitario. Éstos y cualesquiera otros que se puedan citar no son más que la excepción que confirma la regla general de que «un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio».
De igual modo, nadie puede sospechar de mi respeto por cementerios y similares, pues ya en 1983-86, no me pareció coherente la iniciativa de situar las zonas deportivas y las piscinas tan cercanas al actual cementerio de Lugones. No lo consideré procedente antes ni lo considero ahora.
En el caso del tanatorio, aplico el mismo criterio que describo. Pero el tiempo me ha hecho añadir que, diga lo que diga la Confederación Hidrográfica, este año el lugar fue inundado por la crecida del río Nora, por lo que además de lo expuesto añado un riesgo cierto.
Nunca he estado en contra de un servicio como éste. Tampoco he considerado que ir a Oviedo es –como algunos definen– «un viaje». Todo lo más será una molestia, que con la excepción de aquellas personas impedidas por cualquier circunstancia no parece –por otro lado– que sea un desplazamiento tan gravoso, cuando se trata de un acto de caridad hacia el fallecido y su familia.
Por todo ello, y en coherencia con lo que defiendo y con la libertad que tengo de no hablar al «dictado» de nadie, expongo mis razones, que no se pueden interpretar más allá de lo expuesto. Sí al tanatorio, no a la ubicación.
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