Una lamentable pérdida para Asturias
Sobre lo que estos días está Asturias a punto de perder reflexionó y expresó su parecer el catedrático de Historia Medieval y párroco de Candamo, Javier Fernández Conde, en el artículo que LA NUEVA ESPAÑA publicó el pasado viernes 16 de enero titulado «Reflexiones ante la segunda supresión de Valdediós». Lección magistral de historia europea y de Asturias, a la vez que exponente admirable de moral cristiana, Juan Benito y yo lo leímos con admiración por su documentación y valentía a la hora de decir las cosas claras.
Fuimos testigos presenciales de la labor excepcional desarrollada en Valdediós por los monjes bernardos, que hoy son inexplicablemente desalojados del lugar al cual se les invitó a venir y que ellos transformaron mejorándolo con la responsabilidad y el tesón que tal tarea exigía.
Siendo como fueron los monasterios en épocas pasadas centros de vida cultural y de otras muchas actividades espirituales y temporales que incidían beneficiosamente en la vida de las gentes de sus alrededores, un grupo de personas interesadas por la cultura pusimos en marcha, con el consentimiento del reverendo padre prior Jorge Gibert y la comunidad, en 1996 las «Conversaciones en Valdediós», que se celebraron durante dos años en una casa que Juan Benito y yo teníamos entonces en Puelles, pequeña aldea próxima al monasterio, y dos años después, en 1998, el Círculo Cultural de Valdediós, por los cuales pasaron personalidades relevantes de la cultura y de la política de la más variada adscripción ideológica. No creo que resultemos pretenciosos afirmando que el enriquecimiento se produjo de manera recíproca. La comunidad, nos atrevemos a afirmar que se sintió identificada y que llegó a apreciar de la forma debida nuestra tarea complementaria de la suya. Nosotros podemos dar fe de la espiritualidad que siempre se desprendía de cada ceremonia allí celebrada y de la transformación que el monasterio fue experimentando a lo largo de los dieciséis años de su estancia allí. Belleza, armonía, buen gusto y sencillez propiciados, como señala Javier F. Conde, por una orden religiosa que siempre potenció y sigue potenciando estos valores. «Para que nunca recemos / como el sacristán / los rezos», parecía ser su lema a la hora de celebrar la misa o cualquier otro ritual religioso. «Que no hagan callo las cosas / ni en el alma ni en el cuerpo».
La presencia siempre amable del padre Jorge para enseñar las partes más interesantes del monasterio a los invitados a las «Conversaciones en Valdediós» o al Círculo y la atención que el padre Massimo nos prestó en cuantas ocasiones solicitamos ser admitidos en el refectorio de la hospedería tenían mucho que ver con su categoría espiritual y su buena educación.
Queridos padre Jorge, padre Massimo y padre Lawrence y hermano Francisco Javier, saben que Juan Benito y yo no olvidaremos nunca el tiempo que tuvimos el privilegio de contar con su amistad desde la proximidad. Recuérdennos también ustedes y que la paz que merecen los acompañe siempre.
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