La certeza en la belleza de Tameza
Un amigo irlandés vino a pasar unos días a Asturias. Y como ya ha estado en anteriores ocasiones y conoce bastante bien nuestra tierra pensé que quizá preferiría, en esta ocasión, ir a algún sitio nuevo, antes que repetir lo ya visitado.
Una vez visitados, por muy espectaculares o representativos que puedan ser los lagos de Covadonga o los de Somiedo, los Picos de Europa o el pintoresco Cudillero... lo que deseas es apuntar la brújula a otros destinos. Y más aún, si vienes desde tan lejos.
Se me ocurrió que Yernes y Tameza podría ser un destino muy adecuado: está en el centro de la región y sólo se precisa un desplazamiento corto. Hay además la posibilidad de continuar la exploración hacia el sur, al vecino concejo de Teverga, con amplios y hermosos valles, frondosos y extensos bosques de castaños, hayas y robles, montañas de más de dos mil..., en fin, que no dudé más.
Este pelirrojo amigo (Peter Raxworthy, que así se llama el irlandés) se quedó pasmado en su observación. Miraba absorto al noreste, hacia la capital, desde la loma suave del Buey Muerto. Después al Pico Loral, a los acebales tupidos de Peña Blanca, o al pastoreo placentero de vacas y caballos en los pastos de Cuevallagar.
No podía creer mis palabras, al contarle que había mucha gente de esta tierra que en la vida había puesto sus pies en estos suelos. O incluso otra que ni siquiera había oído hablar de estos lugares.
Al día siguiente, desde Villarruiz, subimos por su desfiladero de angosto desplome hasta la braña de La Muria. Continuamos después hasta la del Fuego y luego al Corro La Señora, las Forcadas Viejas y las Lagunas de La Barrera.
Mi extranjero acompañante estaba plenamente extasiado. Admiraba el gris de la caliza circundante, en contraste con el abundante verde de los pastos nutritivos, más que el pienso compuesto. En el alto de Santiago, se paró en el Camino Francés, se dio la vuelta y respiró profundamente el aire estimulante de la montaña, mientras miraba la depresión entre picos, de las lagunas que habíamos dejado atrás. Seguimos adelante para que conociera Fresdelayegua y volvimos sobre nuestros pasos para dirigirnos a La Tambaisna. Enfrentamos después la ladera sur del Pico Caldoveiro, con una parada arriba para dar cuenta de unos chorizos con ajo, regalo de Beovides. Oportunamente, los acompañamos de unos tragos de vino zamorano y pan candeal. Luego descendimos hasta la laguna de Cadupo y rodeamos la montaña por el noroeste, para bajar por el viejo camino de herradura hasta Peña Maurín y la Veigadonga. Aún nos dio tiempo a acercarnos a la Cueva del Inglés, que Peter quería conocer. Luego, regreso a Villabre.
Amanece, y un rato después, ahora en el coche, empezamos a subir el puerto de Maravio, hacia Teverga.
Durante el trayecto, mi amigo no para de hablar. Insiste en la necesidad de que estos lugares sean valorados por la importancia de sus diversas cualidades: la etnográfica, la paisajística... incluso la social. Porque, dice, son generadores de bienestar físico y psíquico para las personas que los visitan.
Yo le escucho y conduzco.
Mira alrededor, al paisaje admirable, y dice que no lo entiende. Que no entiende el olvido y la desatención que sufre este territorio.
Él es natural del condado de Fermanah, al oeste de Irlanda del Norte. Su ciudad se llama Enniskillen. "Dicen que es la perla del Ulster", se ríe orgulloso. Se encuentra sobre una isla natural, que divide en dos el precioso lago Erne. En él hay gran abundancia para la pesca, salmón y trucha, y es también un sitio sorprendente para caminar y disfrutar de la naturaleza, visitar algún castillo o las cuevas de Marble Arch...
-Allí los políticos aprovechan cada oportunidad para obsequiar y cuidar nuestro paisaje, nuestros ríos y lagos, nuestros lugares con carácter, nuestros recursos..., sean de la clase que sean...
-Aquí también, Peter. Mira..., - y le indico un adusto cartel oficial en la braña de Cibidiello, al lado de la hundida, bacheada y embarrada carretera. Reza pomposamente: "Monumento Natural de los Puertos de Maravio". Ves ahí enfrente..., la montaña que subimos ayer..., pues da nombre a un Espacio declarado como "Paisaje Protegido del Pico Caldoveiro". Además, todo este territorio, es también una ZEPA, que significa "Zona de Especial Protección para las Aves". Y hace algún tiempo era un LIC, que quiere decir "Lugar de Interés Comunitario". Pero pasada una temporada los políticos creyeron mucho más adecuado, y por lo visto absolutamente necesario, cambiar el nombre. Así que dieron en rebautizarlo y llamarlo ZEC, "Zona de Especial Conservación". Y todo eso aparte de otra cuestión bien relevante: que estos Espacios están integrados en la Red Natura 2000. Ah..., y otra catalogación que se me olvidaba, también son Reserva Regional de Caza. Como puedes apreciar... "medallas" no faltan.
Peter me miró sorprendido tras haber escuchado las diversas y profusas catalogaciones. Me dijo animoso...
-Mejor devolver medallas y arreglar "pachachal" de "carrechera".
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