Luces de la ciudad
No, no voy a hablar de la película magistralmente escrita, dirigida e interpretada por Charlie Chaplin ni de la luces de la ciudad de Nueva York en donde transcurre la historia, sino de las luces de mi ciudad, Madrid, y de casi todas las ciudades españolas, que están siendo un magnético reclamo para que las calles se llenen de gente hasta el punto de que muchas se tienen que cortar porque no se puede, literalmente, transitar por ellas.
Es muy loable el esfuerzo de los ayuntamientos para iluminar sus ciudades e invitar a la población a salir de paseo para contemplar un espectáculo gratuito, pero no es menos cierto que el derroche de luz que se está haciendo por todos los rincones de nuestra geografía para celebrar las fiestas navideñas se contradice no solo con el extraordinario coste que va a tener para las arcas municipales y de forma indirecta para los impuestos que pagamos todos, sino también y muy especialmente con los continuos mensajes emitidos por los responsables sanitarios para evitar concentraciones masivas por el riesgo de contagios de un virus que está todavía entre nosotros.
Hacía mucho, muchísimo tiempo, que no veía a tanta gente transitando, unos pegados a otros, por las calles del centro de Madrid, ni siquiera en los días previos a las Navidades de otros años en los que no había ningún virus circulando, y esto, inevitablemente, tendrá que pasar factura.
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