Nos creemos inmunes
La tan cacareada inmunidad de rebaño que se supone hemos alcanzado con el alto porcentaje de vacunación, del que hacemos gala sacando pecho ante el resto de Europa, está haciendo mucho daño porque nos creemos a salvo de contagios y salimos a la calle en tromba, muy, pero que muy juntos, tanto que en algunas calles de cualquier ciudad no se puede, literalmente, caminar, como si no hubiera un mañana o como si hubiéramos dejado definitivamente atrás el todavía reciente tsunami de la pandemia, de una epidemia que, lejos de acabarse, está renaciendo y más aún lo estará cuando pasen las Navidades y veamos aumentar de nuevo el famoso índice sobre 100.000 habitantes, que puede volver a porcentajes inquietantemente peligrosos.
No había visto nunca antes tantísima gente hacinada contemplando extasiada el espectáculo de la iluminación navideña del que disfrutamos codo con codo sin considerar que deberíamos extremar, todavía, las precauciones. Estamos, todos, deseando quitarnos la mascarilla y que se eliminen todo tipo de restricciones para recuperar la normalidad, pero sabemos que aún estamos lejos de ello y hacemos oídos sordos.
Nos creemos inmunes, y a pesar de que a través de los medios de comunicación se nos informa puntualmente de que el número de contagios está aumentando de forma considerable, vivimos pensando en las reuniones navideñas sin tener en cuenta que cuando pasen habrá que lamentarlo.
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