Cuba y la Virgen de Covadonga
Dios ha querido que tu imagen fuese pequeñina para poder acomodarte mejor en todos los equipajes. Tú eres y has sido siempre la Virgen viajera, que acompañó a todos los emigrantes asturianos que un día tuvieron que abandonar su patria. Posiblemente, aquellos adolescentes que partieron llenos de ilusión a otras tierras no supieran que te llevaban en su rústica maleta de madera, pero te hiciste la encontradiza y al hallarte te guardaron para siempre en su pecho, porque en tu imagen vieron reflejados el beso y las lágrimas de su madre. La mía, junto con mi padre, me esperaba en La Habana y nada más llegar te visité por primera vez para darte gracias por haberme protegido en aquel largo y peligroso viaje en plena Guerra Mundial y juntos te acompañamos cada año en tu día en las procesiones celebradas por miles de asturianos en nuestra querida «Quinta Covadonga».
Ya no quedan palmeras flanqueando las avenidas ni parques y jardines cuidados con esmero; los pabellones perdieron el nombre de sus benefactores: Simón Corral, Villaverde (donde trabajaron mis padres durante cuarenta años), Bango, Vancesconde, Argüelles, Riaño, Prado, Inclán (donde nacieron algunos de mis hijos), Ramón Pérez, Celorio y el pabellón de los viejitos, como cariñosamente le llamábamos, donde se acogía a los socios que cuando llegaban a la vejez carecían de recursos, y aquella capilla-tanatorio presidida por tu imagen que dio el último adiós terrenal a miles de asturianos.
Hay cosas que no se deben olvidar porque pecaríamos de injustos; por eso siento un dolor profundo cuando escucho a los que dicen representarnos, que fueron a Cuba y visitaron el Hospital Salvador Allende. Recuérdales por favor que no confundan el nombre, porque fue, es y será siempre «Quinta Covadonga» del Centro Asturiano de la La Habana, y te ruego Virgencita que protejas a los pocos asturianos que quedan al cuidado de las monjitas del asilo Santovenia, porque están lejos de su patria y sus hijos tuyos son.
Teresa Rey García
Trelles (Coaña)
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