Terminaré fatal de la cabeza
Tengo en mi cuerpo, así, groso modo, unos 48 billones de bacterias, 60 billones de virus y varios miles de millones de hongos conviviendo conmigo en mi propio organismo durante 84 años, si llego (esperanza de vida en nuestro país), y resulta que ahora tengo que preocuparme por liquidar el millón de virus que comparten mi almohada y me hacen cosquillas en las mejillas cada noche.
En estas estaba cuando leo que la FDA americana tardó en revisar la documentación y los resultados de las pruebas enviadas por Pfizer para obtener una “autorización de uso de emergencia” (EUA) para la vacuna Covid tan solo 108 días. Trescientas veintinueve mil páginas en 108 días.
Ahora, la misma FDA, para publicar exactamente la misma información que revisó en esos 108 días, pide ¡55 años! (eco, 55 años, 55 años...).
Tamaño despropósito empuja a una treintena de profesores y científicos de prestigiosas universidades como Yale y Harvard a solicitar (septiembre 2021) el acceso a dichos documentos, y la justicia estadounidense, atendiendo a su solicitud, obliga a la FDA a publicarlos, a razón de 500 al mes.
Dato llamativo: dos meses después de que se presentara la demanda en su contra, la FDA publicó un primer lote de 91 páginas con, entre otros, estos resultados: 42.086 informes de lesiones, incluidas 1.223 muertes.
Dato más llamativo aún: la vacuna contra la gripe porcina de 1976 fue retirada después de 25 muertes.
Intuyo que a medida que vayamos conociendo los resultados de tanto secretismo sospechoso, sobre todo de explosivos efectos secundarios, se nos va a disparar la tensión al borde del colapso cardíaco.
De hecho, aquí estoy con taquicardias renovables, soplando en una bolsa biodegradable, esperando a ver si la farmacéutica en cuestión saca, en uno o dos meses, algún novedoso medicamento para la ansiedad, que me facilite, previa “autorización de uso de emergencia”, soportar la tensión por la epidemia ya existente de infartos, provocados supuestamente por... el cambio climático, porque ómicron no creo que tenga nada que ver, ¿no?
No repuesto aún del impacto, me encuentro con la noticia estrella del mes, el despiporre padre elevado a la máxima potencia: En Alemania hasta para morirte tienes que estar vacunado, tal cual.
Lo publica la revista semanal inglesa “The Spectator”, y cuenta que Verein Sterbehilfe, la Asociación Alemana de Eutanasia, rechaza a los no vacunados. Como lo lee, oiga:
“La eutanasia y el examen preparatorio de la responsabilidad voluntaria de nuestros miembros dispuestos a morir requieren cercanía humana. Sin embargo, la cercanía humana es un requisito previo y un caldo de cultivo para la transmisión del coronavirus...”.
Mire por donde, una buena y última oportunidad que el destino le brinda para que rectifique su decisión de eutanasiarse y opte por una solución más cristiana.
Saludos cordiales.
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