TikToker o científica
Una niña de 14 años informa a su familia que ha decidido dejar de estudiar y ser “TikToker” porque “es muy divertido y encima pagan millones”. Hay que puntualizar que ni pagan millones, ni es divertido, al menos desde un punto de vista profesional.
Su madre es científica en el ámbito de la investigación sobre la relación de las células madre y el cáncer, y tras mucho esfuerzo y años de carrera, máster y doctorado, no le ha quedado más remedio que irse fuera de España para poder alcanzar su sueño y al mismo tiempo poder tener la vida que siempre había querido: una familia feliz y sana y estabilidad económica. Pero resulta que los créditos bancarios, con los que ha costeado todos sus estudios, la tienen ahogada y con lo poco que gana no puede permitirse ni siquiera unas vacaciones de un fin de semana. Así que su hija, una niña muy inteligente y soñadora, decide que para ayudar a su mamá deja los estudios y se dedicará a hacer bailes virales y conseguir “muchísimo dinero”.
Nadie le dijo que crear contenido es un trabajo que requiere esfuerzo, tiempo y conocimientos técnicos sobre las herramientas audiovisuales y las redes sociales. Nadie le dijo que ser influyente conlleva una responsabilidad social muy grande con los demás. Y, sobre todo, nadie le dijo que el dinero no da la felicidad. Ayuda, es verdad. Pero conseguir triunfar no implica ponerse delante de una cámara a bailar. ¿O sí?
Quizás el problema no es a lo que aspira esta niña. Quizás el problema está en que todos merecen una vida digna. Independientemente de su profesión. “TikToker” o científica. Ambas están bien si es lo que te hace feliz. Pero lo que no está bien es que por falta de regularización haya un abismo tan grande entre profesiones. Tanto así que las nuevas generaciones desprecien las profesiones de toda la vida porque “estudiar es de pobres”.
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