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El crimen de Ardines y el caso Calas

16 de Diciembre del 2021 - Estrella Collado Sánchez (Nueva de Llanes)

Voltaire nos dejó constancia en su “Tratado sobre la tolerancia” de un sangrante caso que evidencia la maldad humana cuando el fanatismo, del tipo que sea, domina determinadas situaciones. Jean Calas, modesto comerciante de Toulouse (Francia), fue víctima de un juicio parcial por el hecho de ser protestante. Injustamente acusado de haber matado a su hijo, convertido al catolicismo –quien realmente se suicidó–, por los rabiosos “jacobinos”.

Nada tiene que ver en apariencia el caso del crimen del concejal de IU de Llanes Javier Ardines. Pero una vez juzgados y sancionados los hechos –con el veredicto del jurado y ya con la sentencia del magistrado presidente del tribunal– sus asesinos, que de modo cruel y planificado le arrancaron la vida un 16 de agosto, serán condenados haciéndose justicia. Dejando muy claro que su muerte fue injusta y que nadie tiene derecho a arrebatar la vida ajena sea por el motivo que sea, se me ocurre que la semejanza con el “caso Calas” es grande en el sentido de los “jacobinos actuales”: carroñeros políticos y demás seres despreciables, que narcotizados por el odio y aprovechándose de unas circunstancias tan infaustas fueron capaces de señalar a inocentes por su beneficio político, por venganza personal o por ambas cosas.

Bien, pues los jacobinos de Llanes, y allegados a ellos, cegados por su intolerancia y su aversión, organizaron un “argumentario” paralelo y apuntaron sin miramiento alguno hacia personas ingenuas, que teníamos familias, maridos, mujeres, padres, madres, abuelos, abuelas, hijos, hijas, hermanas y hermanos. Y no cejaron en su empeño y llamaban a los medios de comunicación para señalar a honradas personas, trabajadores del Ayuntamiento, por el hecho de estar en una OPE (Oferta Pública de Empleo), y lógicamente en un proceso de negociación, como ocurre en la mayoría de administraciones públicas. Al igual que hicieran con Jean Calas, ya nos tenían en la plataforma de linchamiento a punto de colgarnos por el cuello. Sin tener ni un ápice de empatía, sin respetar “la presunción de inocencia”, ni los tiempos de la investigación que a este respecto y meticulosamente se estaba llevando a cabo, y haciendo correr ríos de rumores, mezclando “churras con merinas” con malévola intencionalidad para hacer ver a la opinión pública que se trataba de un asesinato de índole político.

Salieron los jacobinos y jacobinas en medios de comunicación y en sendos artículos dando por sentenciado el asesinato de un “político intachable que luchaba contra la corrupción” del PSOE. Y, entre ellos, esto lo dejaba caer un llanisco que coqueteó muy de cerca con este partido, tiempo atrás, pero del que seguramente no sacó la tajada que esperaba. Y aunque les hubiera encantado, nunca pudieron demostrar la pretendida “corrupción generalizada” ni la “mafia siciliana” de Llanes.

Mas, no contentos, continuaban alimentando su maquiavélico argumento, con intrigas y conspiraciones varias, que utilizaban a su antojo y beneficio. Algunos locales, politicuchos de tres peras al cuarto, seres carroñeros y otros, practicantes de un arribismo rastrero donde vale todo para sus propios y perversos fines, fueron capaces de guionizar un vergonzoso programa de “investigación” en una TV nacional, haciendo un grave daño en el nombre del pancismo más vil y fullero, a muchas personas buenas y a nuestro concejo.

Con el crimen de Ardines al igual que con el injusto linchamiento de Jean Calas, determinados seres humanos sacan su lado más intolerante y protervo. Y del mismo modo que los “jacobinos de Toulouse” sin saber por qué, están llenos de un enconamiento secular, tal vez hasta heredado. Son víctimas de la autofagia y viven en estado de permanente hostilidad.

Nadie sabe por qué odian tanto, tal vez por sus frustraciones personales y políticas, tal vez por complejos, por dolores acumulados, por la no aceptación de sus personalidades, por no tener capacidad de perdón, o vaya usted a saber... por la cosa o causa más simple que una pueda imaginar. Entonces todo eso lo meten en la bodega de las profundidades de sus oscuras almas... lo maceran y le añaden rencor, envidia, maldad, pérfidos pensamientos, amargura, negatividad y consiguen con el paso de los años un “odio añejo, viperino y letal” capaz de “linchar” a quien o a quienes no piensen como ellos.

El “caso Calas” fue en 1761; el “caso Ardines”, en 2018. En ambos primó el fanatismo, religioso y político, respectivamente. La depravación y la perversidad humana, por desgracia, no caducan.

Desde estas páginas insto a todos ellos a pedir perdón por el perjuicio causado tan infundadamente. Sin tener nada que ver, más que una distante relación laboral, hemos visto como éramos señalados, con rebuscadas insinuaciones, por dedos acusadores en televisiones y otros medios de comunicación, y en redes sociales, en este caso cobardes con gran mezquindad y bajo identidades falsas que escribían hasta nombres y apellidos de los supuestos asesinos, inocentes.

Afortunadamente el buen hacer de la UCO, de la Guardia Civil y de la Justicia ha logrado resolver este caso satisfactoriamente.

Quedan pendientes muchas disculpas, y al descubierto la mezquindad de algunas personas.

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