Las catas de la mina de fluorita La Viesca: así no
No es nada nuevo que una multinacional explote los recursos de un territorio y luego lo abandone a su suerte junto con sus habitantes. En Baldornón nos toca y lo único que sentimos es desamparo. Desamparo con las administraciones, con las fuerzas de seguridad del Estado, desamparo ante un futuro incierto e indefensos por aquellos que deben velar por nuestro bienestar e intereses.
Expertos desde su lejano pedestal académico hacen declaraciones a la ligera sin conocer el día a día del pueblo. No sabemos qué entenderán estos señores por invisibilidad, pero los camiones son reales, camiones que por sus características no deberían circular por nuestra ya deteriorada carretera, invadiendo constantemente el carril contrario; los vecinos nos exponemos a un accidente continuamente echándonos a la cuneta o frenando en seco para que el “invisible” camión circule. Y lo más sangrante es la complicidad de la Guardia Civil, avisada infinidad de veces por nuestro añorado anterior presidente. Con tan solo una pizca de buena voluntad una patrulla podría ser testigo de las continuas infracciones.
No fueron invisibles los sondeos efectuados por la multinacional en el entorno de Santolaya y La Mata en Baldornón, sondeos sin permiso del Ayuntamiento. Sondeos que por coordenadas no pertenecían a ninguna de las dos catas relacionadas estos días en la prensa (ambas aún sin permiso municipal, insistimos). Simplemente llegaban y donde les parecía el lugar óptimo hablaban con el vecino y este con tal de evitar procesos judiciales autorizaba el sondeo ignorando el hecho de que el dueño de la finca tiene responsabilidad en caso de que hubiera problemas en la obra, y naturalmente que la obra carecía de licencia municipal.
No fueron invisibles las grietas que sufrieron vecinos en el barrio de La Mata en sus hogares. No fueron invisibles las detonaciones con explosivos que sentían y sienten vecinos en La Mata, La Collada y hasta en Muñó.
No son invisibles ni discretas las heridas físicas y emocionales que dejaron las diversas minas explotadas en La Collada.
Sin entrar en temas técnicos, las galerías de este tipo de minas son muy superficiales y excavadas en caliza sin postear ¿Quién podría dormir tranquilo con una galería debajo de su casa, o pensando en un posible socavón en su finca? Esfuerzos de toda una vida tirados por la borda para que las cuentas de una multinacional engorden.
¿Quién se ocupa del mantenimiento de la mina cuando cese su actividad? ¿Cuál será la fianza que depositará la mina? Tenemos vecinos a quienes se les secó el pozo que tenían en su finca por los trabajos de la mina, pero nunca esta lo admitió ni nunca un vecino ganó un pleito o reclamación a esta mina aun con estas evidencias de pozos desecados y casas con grietas por las detonaciones. ¿Y para qué serviría una fianza si se produce un suceso fatal? ¿Quién nos asegura que en 20 o 30 años no haya grietas, derrumbes o socavones?
Por otro lado, la desaparición de manantiales podría impactar y hasta desecar el arroyo Meredal, principal tributario del río Piles, es el único que aporta agua las cuatro estaciones. Este valle es el último reducto en el concejo de Gijón con cierta calidad ambiental, un concejo castigado por la contaminación industrial.
Es cierto que ese ansiando mineral, la fluorita, está muy cotizado y no es muy abundante, pero eso no significa que la multinacional pueda tener carta blanca de los ayuntamientos y el Principado para hacer de su capa un sayo. Deben existir unos mecanismos de vigilancia extrema que vayan más allá de los puramente burocráticos por parte de las administraciones y no delegar en los vecinos esa vigilancia.
Nos jugamos un valle, una joya medioambiental para los gijoneses en unos tiempos especialmente sensibles que nos ha tocado vivir debido a una pandemia que está causando muertes y pérdidas económicas precisamente por sobreexplotar la naturaleza.
Hoy ese mineral vale su peso en oro, pero quizás el día de mañana el agua que mana de las fuentes y el aire puro también lo valgan, tengamos entonces altura de miras. Nosotros no nos movilizamos ni por gusto ni por protagonismo, son muchas horas de trabajo, pelear con la burocracia de las distintas administraciones para que admitan alegaciones, tiempo que se roba a la familia y otras labores; en definitiva, es agotador.
No vemos muy claro que la multinacional genere riqueza en Asturias que justifique el sacrificio de un valle entero. Una empresa de este calibre tiene recursos de sobra para garantizar que la explotación sea segura y con garantías de un futuro sin sobresaltos para los vecinos del valle y para todo Gijón, pero no nos fiamos, el negarse a hacerse cargo de desperfectos en los hogares de La Mata, la poca transparencia y malas prácticas nos inducen a ello, así no.
Lorenzo Linares
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