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De cómo mudar ideología sin perder compostura

24 de Septiembre del 2010 - Francisco Manuel Domínguez Menéndez (Avilés)

Desde Adolfo Suárez, hombre de conciertos, hasta José María Aznar, el de la guerra de Irak, pasando por el sosaina de Calvo-Sotelo, que en paz descanse, y Felipe González, vendedor de humo, casi todos los presidentes españoles sufrieron transformaciones ideológicas o, si se quiere, pragmatismos oportunos que los llevaron a abandonar aquellos principios definitorios de su ideología. Unos, los de izquierdas, escorándose a la derecha y otros, los conservadores, coqueteando con la ultraderecha e incluso con los llamados liberadores de la patria vasca, aunque esto último no quieran recordarlo. El conglomerado centrista bastante tuvo con dar los primeros pasos por la senda democrática.

Si bien a casi todos les acompañó en su labor de gobierno este rasgo contradictorio, nadie como Zapatero fue capaz de llegar tan lejos para dar el cuádruple salto mortal de la incoherencia sin mover una ceja. Rodríguez Zapatero, personaje con flor, según su compañero de partido Alfonso Guerra, fue capaz, a voluntad propia, de ignorar y negar los indicadores económicos que condujeron nuestro país hasta la incómoda situación en la que nos encontramos actualmente, bajar los salarios al funcionariado, cosa que jamás se atrevió a hacer la derecha conservadora, meter la tijera en recortes sociales, contrariamente a su discurso político, y, lo último y más sorprendente, coincidir con los postulados y justificar al señor Sarkozy su estrategia de limpieza étnica por la vía blanda. Es bien cierto que la política hace extraños compañeros de cama.

Las organizaciones políticas deberían crear una secretaría para la guardia y custodia de la ideología, con poderes democráticos para corregir, expeditivamente, a sus correligionarios de los desvíos, desvaríos o cortejos con las filosofías contrarias a los principios que les dio origen, tal vez así quedarían establecidos los fundamentos para erradicar la corrupción, las mentiras y los falsos profetas.

¿Nunca se preguntaron cuántos de estos personajes habrían llegado a presidir el Consejo de Ministros de haberse implantado en su día el sistema de elecciones con listas abiertas?

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