¿Por qué no poner el corazón en la verdad?
Todos los años se publican infinidad de artículos sobre la Navidad y los Reyes Magos que... a ver cómo lo digo con cariño. Cada cual es libre de creer en lo que quiera y de celebrarlo; pero en los medios de comunicación es sano el debate amigable y considerado que contrasta las tradiciones con la verdad; la verdad es lo que necesitamos saber para encontrar respuestas y el posible rescate de la cruda realidad actual.
Las Santas Escrituras nos transmiten la verdad de Dios: "Cuya voluntad es que hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, un hombre, Cristo Jesús" (1 Timoteo 2:3-6). En las Escrituras ni se da la fecha ni se pide que se celebre el nacimiento del hijo de Dios. La New Catholic Encyclopedia: en el Tomo 3, pág. 656., dice: "La razón que llevó a la Iglesia romana a fijar la festividad en este día parece ser su tendencia a suplantar las festividades paganas por otras cristianas". Ya sabéis, el 25/12 es el nacimiento del dios sol romano. En el caso de Jesús es difícil que naciese en invierno porque los pastores estaban al raso con los rebaños; además, no sería lógico que el decreto de César Augusto de que se inscribiera toda la población, cada uno en su propia ciudad de nacimiento, obligara a viajar al pueblo en invierno, en el peor momento (Lucas 2:1-3).
De los Reyes Magos, los Evangelios no dicen que se trataba de reyes sino de astrólogos, magos, y no añade cuántos eran ni sus nombres. Heródoto, historiador griego, indicó en sus escritos que los magos eran sacerdotes persas dedicados a la astrología, la interpretación de los sueños y la hechicería. Explica The International Standard Bible Encyclopedia que en el periodo helenístico, magos era un término más abarcador: se refería a alguien con conocimientos y poderes sobrenaturales que en ocasiones practicaba la magia. La estrella fue "vista" únicamente por los astrólogos y los guió primero a Jerusalén, al palacio de Herodes, el potencial asesino del futuro Mesías. Dios les advirtió para que en su regreso no pasasen por Jerusalén. Si Dios había enviado ángeles a informar a humildes pastores del nacimiento de Jesús, ¿por qué habría de recurrir a una estrella para guiar a astrólogos paganos, primero hasta su enemigo Herodes y luego hasta el propio Jesús? La única conclusión razonable es que la estrella fue un fenómeno sobrenatural, una artimaña siniestra de Satanás, "el padre de la mentira".
Dicho esto, quiero animar a todos los que celebran la Navidad a que, al margen de la fiesta, dediquen un poco de tiempo a repasar el propósito de Dios de que su hijo naciese como humano para servir de rescate a la humanidad. El ser humano fue hecho para vivir pero con una condición, debía sujetarse a la soberanía del Creador del universo como todo el resto de la creación, material y espiritual. Al no hacerlo perdió la oportunidad de seguir viviendo para siempre y de pasar la vida perfecta a sus descendientes. "Así pues, por medio de un solo hombre, el pecado entró en el mundo y por medio del pecado entró la muerte, y así fue cómo la muerte se extendió a todos los hombres" (Romanos 5:12).
En ese caso nadie podía ofrecer una vida perfecta con la que comenzar de nuevo. Dios fue quien la proveyó. Su hijo transferido al vientre de una mujer nacería como humano perfecto capaz de vivir para siempre y de tener hijos perfectos que viviesen para siempre. Esa posibilidad fue sacrificada para que Dios use el precio de ese rescate para impartir esa vida a los creyentes por medio de fe. "Porque, así como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos recibirán vida" (1 Corintios 15:22).
Pues eso, en el Cristo. Por lo tanto, queridos amigos, agradezcamos el nacimiento de Jesús aprovechando su sacrificio.
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