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Suele darse por bueno incluirse en lo malo

17 de Diciembre del 2021 - Marino Iglesias Pidal (Gijón)

Sí, sí. Queda mejor, por ejemplo, decir: "Qué bichos más malos 'somos' los seres humanos", que, "qué bichos más malos 'son' los seres humanos".

Yo me resisto. Supongo que, si alguien me lee, fácilmente pensará: Quién coño se creerá este.

Bueno, pues que se crea lo que me creo, pero yo, a la hora de manifestarme, o sea, ahora, no voy a traicionarme mintiéndome sobre lo que pienso de mí mismo, así que diré: Qué bichos más malos son los seres humanos.

Lo hago como respuesta espontánea a ese mi pensamiento que no es mío. Porque, desde luego, no soy tan necio como para, voluntariamente, por ejemplo, ponerme a pensar en los bicharracos gobernantes y, por imprescindible añadido, sus acompañantes. ¿Acaso soy un majareta masoquista?

De eso nada, monada. Lo que pasa, como tengo dicho, es que, este fastidioso autónomo que es "mi" pensamiento debe de tenerme en la diana a la hora de joder la marrana. Y lo peor de la vaina es que no puedo con él, pues, al muy cabrón, camuflado en el inconsciente, solo se le puede atacar en su terreno y, hoy por hoy he perdido esa facultad que, hasta cierto punto, tuve en algún momento.

Tres años de yoga me llevaron a crear un inconsciente favorable a mi persona que opusiera una cierta resistencia al muy cabrón que traigo de fábrica. ¡Pero!

Nada se escapa de la fatal sentencia universal. Nacer, crecer, envejecer y morir. Que, desde luego, no tienen entre sí ningún compromiso de proporcionalidad. La duración de cada etapa es una decisión que la vida toma sobre la marcha. Claro, una vez que decide la primera, queda, automáticamente establecida la última, pero, con las intermedias, pues eso, lo que sobre la marcha decida.

Establecida, y por todos conocida, esta impepinable cuestión, cada cual la maneja a su manera. Hay quien se deja llevar y hay quien, en la medida de sus posibilidades, decide favorecer lo, transitoriamente, bueno con el fin de retrasar lo, inevitablemente, malo.

Lamentablemente, ni siquiera en esto es justa la vida. Lo bueno exige un trabajo constante, ¡constante! Lo malo ahí está, de brazos cruzados. El mal convierte en axioma eso de: Espera sentado a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo.

Y, no solo el remate, ver tu cadáver, sino que, pelín que descuides tu trabajo de mejora o mantenimiento, ¡zas! En un plisplás, jodido estás.

De ahí la infinitud de imágenes adversas que tienen, a las realmente mías, presas. Es por eso que estoy obligado a ver algo de la maldad humana. Digo "algo", porque, estoy convencido que, de aproximarse al todo... No sé, posiblemente un tal Sánchez, Rufián, Montero... que andan por ahí, sobrevivirían a semejante experiencia, pero, lo que es yo, sin haberlo probado me doy por defenestrado.

Mas, ¡lo que es de retorcido "mi" pensamiento! ¿Saben lo que le ha dado por traerme a colación? Algo diré.

Me llevó a buscar la superficie terrestre cubierta por obra del ser humano, con la evidente intención de remachar bien la idea de que, el hombre no es un simple homicida culposo, sino un monstruo alevoso ¡sepultando viva a su víctima, la Tierra! Y, ya que él no hace nada por engañarnos, no nos engañemos nosotros mismos, pues si algo de ella quiere dejar al aire, no es, ni mucho menos, a un aire benefactor y saludable que la mantenga viva ¡para nada! La obligará a respirar una atmosfera envenenada con toda suerte de pesticidas y una interminable serie de idas letales para su salud.

Qué desgracia. Por qué esta cabeza miá se dejará okupar por tan indeseables pensamientos.

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