Si el sabio no aplaude, malo...
A los niños de la época de posguerra, los maestros entonces, nos hacían leer a cada uno de la clase una pequeña parte del libro que en cada momento el maestro había elegido. Recuerdo que el maestro que a mi me tocó en suerte,tenía debilidad por las fábulas de Iriarte y también de Samaniego. Todas ellas acababan con una moraleja muy a tener en cuenta por su más que inteligente conclusión.
Siempre tengo en mente esa de Iriarte que dice que "si el sabio no aplaude, malo; si el necio aplaude, peor". Viene esto a cuento porque en este momento nuestro país está siendo gobernado por unos señores que dan la impresión de no conocer la moraleja de esa fábula y se dejan llevar por ciertos falsos cantos de sirena que más bien parece acabarán llevando a la nave España al naufragio seguro. Digo esto porque, a pesar de las muchas alarmas que hacen sonar, tanto desde distintos organismos nacionales como internacionales, el Gobierno parece no querer escucharlas y sigue navegando con rumbo erróneo en dirección al acantilado, donde acabará por destrozar la nave. El señor Sánchez no ganó las elecciones con mayoría suficiente para formar gobierno y, justo en contra de lo que en campaña electoral había prometido, acabó por elegir de compañeros de viaje o legislatura a fuerzas o grupos políticos que por su manera de actuar demuestran más o menos que el bien de España les importa un rábano, y que su consecución es ir contra todo el sistema establecido desde la Transición política hasta hoy y establecer en España un sistema, a mi entender, de república bananera en la que ellos, como auténticos dictadores o reyezuelos de pacotilla, hagan con el país y sus paisanos aquello que les venga en gana, pero con la desfachatez de hacerlo según ellos desde la progresía y libertad, cuando, según mi entender, la libertad y la democracia solo les interesan para llegar a la consecución de sus propósitos; y luego, una vez encaramados en el poder absoluto, "si te he visto, no me acuerdo". Ejemplos hay por ahí para dar y tomar, quien quiera ver que mire, quien quiera oír que escuche.
Si seguimos con las moralejas de las fábulas, ahí tenemos para ejemplo la de Pedro y el lobo. Así que mejor no decir mentiras, porque el día que digamos la verdad nadie nos creerá. Y es que, no tomar en serio las advertencias no suele ser prueba de cordura, sino de insensatez, y parece que de eso nos dan muestras de tener bastante.
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