No habrá paz para los patrones.
En una escena del filme "Los lunes al sol", de hace casi 20 años, el protagonista, al que han despedido de un astillero norteño, lee el cuento de la cigarra y la hormiga a su hija con gran sentimiento de rabia: "Cuando llegó el invierno la cigarra se moría de hambre y de frío mientras la hormiga tenía de todo. ¡Qué hija de puta la hormiga!".
Desde que existe el mundo hay hormigas que han conseguido sus fortunas de forma deshonesta pero seguro que habrá otras muchas que tienen sus despensas llenas a base de trabajo duro. En el caso de que lo hayan heredado habrá habido alguna generación luchadora anterior y algún mérito tendrá conservar o ampliar lo que se hereda porque los problemas comienzan con los trámites e impuestos de la propia herencia. No sabemos, ni importaba porque eso no vende, a qué se dedicaba la cigarra y en qué había malgastado su tiempo y segura subvención.
Era ficción porque existió un plan de reconversión con despidos y prejubilaciones bien remuneradas y hubo muchos trabajadores que se adaptaron a los nuevos oficios con ganas de reciclarse y aprender nuevos oficios. También hubo casos en los que la historia navegó al otro extremo. El mes remunerado en casa y los lunes "a campanear", como se dice en Venezuela a agitar el vaso con rocas y alcohol, a la sombra, en el bar.
Es normal que "El buen patrón" represente a España en los próximos "Oscar" con tan merecido mérito como poca competencia en su elección. Además, que acapare todas las nominaciones en los próximos "Goya", ya que se trata de una película con mayúsculas, grandes actores de reparto, un lúcido director y un inconmensurable papelón de Javier Bardem, que como suele ser habitual engulle literalmente la cámara y a todo lo que se le ponga por delante.
Se trata de otra gran película de ficción del mismo director, con trampas ideológicas ubicadas de forma inteligente para despistarnos, para que parezca real.
Al leer el título ya nos deja claro que el empresario va a ser zarandeado por lo que ya intuimos lo que puede pasar después. El patrón es un inmoral, un tipo que "penetra" en la vida privada de sus trabajadoras y que es capaz de cualquier cosa con tal de que su inmenso ego se vea reconocido con un premio.
La propia actividad de la empresa, una fábrica de balanzas, es novelesca. ¿Fábrica?, ¿en España?, ¿dónde?, ¿cómo?
El mandamás también es representado según todos los tópicos posibles, chalet con piscina, cochazo, prepotente, egoísta, avasallador, orgulloso, vanidoso, ricachón, inmoral. Un dechado de virtudes, vamos. Se echó de menos una voz por lo bajini o un subtítulo que hubiera advertido de los riesgos de convertirse en vampiro o en zombi al inconsciente que decida emprender.
No se hace ninguna mención a la parte "tan atractiva" de ese tipo de vida a la que nadie se quiere dedicar, lo que todo el mundo teme y no ve en las pantallas, ni en la tv, ni en las redes. Esfuerzo, acrobacias sin red, mil problemas, insomnio, pagos (demasiados), impagos (demasiados y con paz para los malvados), impuestos, soledad, stress, lucha, sensatez, mesura, visión, pasión, paciencia, riesgo de síndrome de rumiación, etcétera.
Resisten con sus empresas a los precios asiáticos, a la inacción europea y a la competencia de las multinacionales, añadiendo a esto el increíble rechazo social generalizado.
En la rueda de prensa de la presentación de la cinta en el Festival de San Sebastián un osado periodista pidió a Javier Barden un consejo para los jóvenes que se planteasen ser empresarios. La respuesta de nuestro oscarizado actor fue sincera y diáfana: "No lo sé".
No es país para patrones, está claro.
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