Si eres un pulgoso
Eres el planeta de tus pulgas. Y cada una de ellas tiene, según mis cálculos científicos, pelín arriba o abajo, la veintemillonésima parte de tu masa corporal.
Seas o no, morada de estos bichitos, de lo que no te libras, es de ser un terrícola, con la, pelín de marras en el margen de error, cuestión del redondeo, y según mi capacidad de cálculo, doscientosetentabillonésima parte de masa corporal del tuyo, de tu planeta, digo.
Se dan otras circunstancias respecto al significado relativo tuyo y de la pulga. Por ejemplo: Para dar un ínfimo paseo por el satélite de tu planeta, aquí mismo al ladito, tuviste que armar la marimorena.
La pulga, ni el plisplás necesita, con el plis de fábrica le sobra para visitar, o irse a vivir, como guste, a mogollón de planetas de su galaxia.
Si, con todo y eso, tú piensas de la pulga lo que piensas, ¿puedes imaginarte lo que la Tierra, si la Tierra pensara, por supuesto, podría pensar de ti?
Desde luego, coincidirás conmigo, en que, dado, además, que no jodemos menos a la Tierra de lo que el pulguerío jode al hombre, nada mejor de lo que piensa el hombre, de la pulga, pensaría la Tierra, del homo sapientem, ¿No crees?
No hay que ser adivino para hacerse una idea de lo que pueden pensar, de los jodedores, los jodidos. ¡Y sin embargo!
Me devano los sesos y que no. Que no logro adivinar lo que piensa España del homónimo apellidado Picapiedra.
Desde luego, sea lo que sea, su conclusión, no responde a ninguna lógica. Ha de ser algo contra natura. Y hasta contra cualquier, de ser justo y racional, código penal. De no ser así, el de marras, se hallaría residenciado, por el estado financiado, en el conjunto residencial Alcalá Meco, u otro con similar función. ¡Pero!
No sé en el mundo de las pulgas cómo andará la justicia, en el de hombres...
Mejor ni la nombres.
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