El coronavirus y el hombre
Pasados casi dos años, el covid-19 se ha convertido en un acompañante pegajoso, agobiante y, para más inri, desconocido.
Hemos conocido la indiferencia ante el posible daño a terceros... Botellones... Fiestas... Bailes...
Hemos visto que la gerencia es una de las asignaturas suspendidas por el Gobierno y muchos de sus consejeros.
Hemos probado la amargura de la soledad..., el miedo al contagio del prójimo..., las lágrimas de tantas y tantas despedidas.
Hemos comprobado, para desgracia de esta maldita sociedad globalizante, la mala administración del dinero público, la incapacidad de gestión administrativa y, para colmo de todos nosotros, la ausencia absoluta del concepto de responsabilidad social.
Tenemos que reconocer que las desgracias, en el tiempo, han conseguido que el hombre haya ido cambiando sus costumbres y con ellas su permanencia en este mundo globalizado.
Estas situaciones pandémicas colocan a todos a ras del suelo. Los Grandes del Reino, hoy conocidos como políticos, enferman con la misma facilidad que los humildes obreros que llenan los vagones mañaneros de cualquier población.
La igualdad, silenciosa bandera epidemiológica, convierte a todos en humildes seres que piden a gritos su curación, prometiendo en su interior, ahora algo creyentes, ser justos con aquellos que antes ignoraban.
Las "pandemias globalizadas" mejoran la raza, pero, sobre todo, mejoran la conciencia. La limpian de soberbia y de la sobredosis de prepotencia que todos llevamos dentro.
El coronavirus pronto descansará, dejando tras de sí mucha basura humana engreída... Dejará personas más humildes...Y, quizás, hasta los "Dioses" encontrarán más amigos.
¡Seamos prudentes y optimistas! El hombre siempre ha mejorado con las crisis globales.
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