Todo por la patria (1ª parte)
El aumento de componentes de un grupo humano genera una compleja red de relaciones que requiere de una regulación, a fin de que los individuos no sean perjudicados en sus legítimos intereses. Toda relación humana continuada en el tiempo, siempre sujeta a un vínculo de intereses vitales y de otra índole, conlleva un reparto de tareas o división del trabajo. Mas, es el caso que la historia de la humanidad es la constatación de que ningún grupo humano ha estado libre de las amenazas de sus vecinos. Esta circunstancia tiene su origen en la condición humana. Es un hecho que el hombre no es bueno por naturaleza. Así, en la fuente veterotestamentaria, se nos hace saber que si bien el hombre es el único ser en el mundo sublunar, al que el Hacedor ha dotado de conciencia moral, los "deseos del corazón humano, desde la adolescencia, tienden al mal". Por su parte, la ciencia de la condición humana, con la doctrina de los impulsos subyacentes a la conducta, aporta la razón por la que "en todo hombre hay un santo y un criminal". Sin embargo, es en el ámbito personal, el del drama existencial, donde a todo individuo se le manifiesta su condición humana, como espectador que es del duelo Jekyll y Hyde presente en él.
Y porque es ésta la condición del hombre, los grupos humanos tienen la necesidad de protegerse de sus vecinos y, consiguientemente, han dado entrada en aquella división de tareas a la encargada de la seguridad de sus componentes. Por así decir, éste habría sido el origen de la institución militar, hoy presente en todos los países. Son, pues, estas razones las que han llevado a las sociedades a "emplear las fuerzas armadas del Estado para defender a éste de todo atropello extranjero". En este orden de cosas, el Artículo 8º del TITULO PRELIMINAR de nuestra Constitución reza así: "Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional".
No es necesario entrar a rebatir los argumentos de los pacifistas. No es el lugar; por otro lado, tampoco es necesario, porque la misma realidad humana presente y pasada deja en evidencia la debilidad -por no decir la ingenuidad- de sus argumentos.
Volviendo al asunto que ocupa. Largo ha sido el trayecto de la humanidad, desde que el pueblo de Israel abrazó la fe en Yahvé y acató su Voluntad: cumplir su Ley. Al asumir el cumplimiento de ésta ("No penséis que he venido a abrogar la Ley...; no he venido a abrogarla, sino a consumarla", Mt. 17), al colocarse al lado de las víctimas del despotismo y, en coherencia, al padecer él -en soledad y abandonado de los suyos- la intolerancia, la persecución, la privación de libertad, la tortura y la muerte, el Nazareno ha pasado a ser el símbolo histórico del contrapoder. Esta Ley yáhvica establece que todos los hombres -por ser hijos del Hacedor- son "iguales entre ellos"; consiguientemente, toda relación entre individuos ha de ser "sin subordinación y sometimiento". Es esto, precisamente, lo que prescribe el segundo mandamiento ("No tomarás el nombre de Dios en vano"), a saber: ningún hombre puede erigirse en dios y déspota de sus semejantes. La igualdad en naturaleza y la condición de libre -sin subordinación ni sometimiento- hace a cada miembro de la sociedad el único sujeto moral "para ordenar sus actos y para disponer de sus propiedades y de su persona como mejor le parezca". Mas, por la misma naturaleza inclinada a hacer daño al prójimo, los grupos humanos han tenido y tienen la necesidad de protegerse de sus propios miembros. Así, en la historia de la humanidad, las sociedades "han hecho leyes para la reglamentación y protección de la propiedad y de la vida de sus ciudadanos, y de emplear las fuerzas del Estado para imponer la ejecución de tales leyes". Al respecto, el Artículo 104 de la Constitución de España recoge: "Las Fuerzas y Cuerpos de seguridad, bajo la dependencia del Gobierno, tendrán como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana".
Dicho lo anterior, dos asuntos: relacionado con el Ejército de España, uno, con la Guardia Civil, la Policía Nacional y la Policía Municipal, el otro. Porque tenemos unos cuerpos de choque, la Legión y los Regulares, una Infantería, una Armada y Ejército del Aire, disuadimos a quienes tienen pretensiones de apropiarse de Melilla, Ceuta, Canarias y el Perejil, así como hacemos valer nuestros derechos sobre las millas marinas españolas. Y no es un asunto de "gasto superfluo": coincidiendo con la visita de una alta autoridad española al país vecino por motivo de Perejil, en la memoria de los españoles está la imagen de prensa, en la que el mapa del reino beréber tenía su límite norte en la franja Lisboa-Valencia.
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