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Todo por la patria (2ª parte)

24 de Diciembre del 2021 - Juan Antonio Sáenz de Rodrigáñez Maldonado. (Luarca)

El segundo asunto viene al caso a raíz de la valoración, estima y consideración -por parte de un periodista- acerca de los miembros que componen nuestras Fuerzas y Cuerpos de seguridad, como "fracasados escolares". Dos consideraciones: En primer lugar, es obvio que las leyes, los políticos y los jueces, por sí mismos, sin el ejercicio de las funciones de las Fuerzas y Cuerpo de seguridad, no nos garantizarían a los ciudadanos españoles el disfrute del "libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad". Efectivamente, "garantizar la seguridad". En segundo lugar, en España existen grupos asesinos: ETA, GRAPO, Terra Lliure y FRAP. ¿Superfluo el gasto del Estado en el mantenimiento de nuestra Fuerzas y Cuerpos de seguridad? ¿Fracasados escolares, sus miembros?

Todavía en España, en los primeros años de nuestra Democracia, en los frontispicios de los cuarteles tanto de los Ejércitos como de la Fuerzas del Orden y de la Ley rezaba el lema: "Todo por la patria". ¡Todo! Este "todo" incluye la vida. ¡La vida! Entre la bala, disparada por la ira y rabia terroristas, y quien la fatalidad le ha convertido en diana de aquellas, se ha de interponer el cuerpo del "fracasado escolar", quien, con orgullo y convicción, ha jurado garantizar "la seguridad" de cada español, como de aquél a quien escolta.

¡Todo por la patria! Entre ello: exponerse a morir por contagio, protegiéndonos a todos de aquellos desconsiderados que, por no cumplir con el "estado de alarma", nos contagiarán a los demás; exponerse a morir por contagio, desinfectando geriátricos; exponerse a morir por contagio, construyendo, con una eficiencia inigualable, hospitales de campañas. Lo dan "todo".

Mas, es el caso que este lema debería aparecer igualmente en los frontispicios de los hospitales. Como aquéllos, nuestros "fracasos escolares" y los de "gasto superfluo", el personal de mantenimiento, los auxiliares sanitarios, los miembros de ambulancias, los asistentes técnicos sanitarios y los médicos, todos son vocacionales. Como aquéllos, "Todo por la patria". Y ello incluye la propia vida. ¡Eso sí que es vocación! Sin las herramientas adecuadas, sin la protección debida, expuestos al contagio y, con ellos, la de los suyos, ahí están, salvando vidas o ayudando a morir con dignidad, a los que la fatalidad les ha tocado.

Por otro lado, es de todo injusto olvidar a esas mujeres, quienes sin reivindicar no se sabe qué derecho no reconocido, en su libertad, han decidido hacer de sus vidas la entrega a los demás. Y ello, porque han hecho el voto de pobreza y de entrega a los necesitados, allí donde el barco se hunde.

Todos ellos, monja auxiliadora y de la caridad, soldado, policía nacional y policía municipal, guardia civil, personal de mantenimiento de la higiene y limpieza, asistente técnico sanitario, auxiliar de enfermería, médico, transportistas, empleados de supermercados, agricultores, todos forman parte de ese tejido de relaciones humanas y que, cada uno de ellos ha elegido libremente el puesto a ocupar en esa división del trabajo, en ese reparto de tareas que es la sociedad. Si más arriba se ha hecho mención al lado obscuro del alma humana, ahora, es obligado hablar de ese hermoso y sublime sentimiento, que solo al ser humano le es dado experimentar: la compasión. No; no es la solidaridad, siendo éste un sentimiento hermoso, como lo es por humano. No; el más sublime es la compasión, y que todas estas personas, con su entrega, han puesto rostro. Escribió Unamuno:

"Es el amor el consuelo en el desconsuelo, es la única medicina contra la muerte... Porque los hombres sólo se aman con amor espiritual cuando han sufrido juntos un mismo dolor, cuando araron durante algún tiempo la tierra pedregosa uncidos al mismo yugo de un dolor común. Entonces se conocieron y se sintieron, y se con-sintieron en su común miseria, se compadecieron y se amaron. Porque amar es compadecer, y si a los cuerpos les une el goce, úneles a las almas la pena".

¿Pena? ¡Sí! En fechas próximas, españoles vendrán al mundo, sin un padre que le espere, porque ha muerto en acto de servicio, en un gesto de "compasión" con el que sufre. Hay padres que han quedado sin el hijo, porque había decidido libremente responder a la llamada -vocatio- de entrega a los demás. Hay, también, hijos que han perdido a su madre y a su padre, porque atendían en hospitales, en supermercados o cumpliendo otro servicio en interés de cada uno de los españoles.

¿Y cómo olvidar a quienes se hallan atrapados en la red o han sucumbido a su trampa? ¿Cómo olvidarnos de su sufrimiento, de su agonía en soledad, sin encontrar consuelo en el rostro amable de su ser querido? ¡Agonía lenta y siniestra! Estas personas, quienes han sido tocados por la fatalidad, dejan esta vida a bocanadas, luchando por ese mililitro de aire que se le resiste llegar a sus pulmones, como un pez fuera del agua.

A todos, en nuestra memoria.

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