Por una Navidad libre de covid
Aunque no lo parezca, hay otros "covis" con efectos, más adversos al del año 2019. Por ello, estas Navidades, hemos de intentar hacer un reseteo mental, de tanta información (cuando no desinformación) archivada en la memoria de cada uno; pues un solo "árbol", no puede obstaculizarnos ver todo el "bosque".
Setecientos treinta días son más que suficientes para que, a estas alturas, sepamos cómo evitarlo, o que medios -al menos- disminuyen esa posibilidad. De lo que nos estamos olvidando todos, y más las autoridades sanitarias, son de los "otros covis", que aún mantienen una incidencia entre la población en general, con resultados preocupantes, pues se pone en riesgo real la vida de muchos seres humanos.
El covid no desplazó otras dolencias físicas y mentales que aún mantienen su virulencia sobre la población; si acaso, las ha agravado, al situarlas en un segundo y hasta tercer plano, dentro de la asistencia sanitaria. Lo que acarrea trastornos, a corto, medio y largo plazo, que afectarán directamente en un futuro, a la salud colectiva.
Cuando la tuberculosis era una enfermedad -además de contagiosa- mortal, se crearon hospitales para su tratamiento y recuperación; y no se dejó por ello de atender aquellas otras dolencias y padecimientos, distintos a la enfermedad de la época. Hoy, la situación, no siendo obviamente la misma, es similar por cuando su propagación es alta, y su principal transmisión es el contagio. Por tanto, aplicando el principio de que, a causas distintas, soluciones diferentes, no deja de existir un nexo de unión entre ambas epidemias (si así las pudiéramos definir, tanto a la tuberculosis como al covid). Hoy los medios humanos y materiales son infinitamente mayores a los de la época pasada. Y si en aquella se crearon, como digo, centros para afrontarla, hoy debiera de contemplarse algo similar, de tal forma que la asistencia sanitaria al resto de las patologías existentes no quede rezagada ni condicionada, en exclusividad a la atención de esta nueva epidemia.
Los centros de salud deben de seguir funcionando; y, de hecho, muchos lo hacen -no sin riesgo, para los profesionales- con la atención personificada. Los riesgos para estos, déjenme decirlo, existen ahora, como han existido siempre: ¿cuántos pacientes han sido vistos, personalmente, y diagnosticados posteriormente de alguna enfermedad contagiosa? Por ejemplo: algún tipo de meningitis, o la misma tuberculosis. Hay que evitar el riesgo, pero no existe el riesgo cero, ni hoy, ni ayer, ni mañana. Por tanto, no dejemos a tantos enfermos no covid pendientes del covid (valga la redundancia) y atiéndaseles según sus necesidades. Y si algún profesional tiene miedo al contagio (también existe algún soldado que lo tiene a la guerra) parece lógico que se le destine a otras funciones menos peligrosas, según su entender. Lo que no se puede, ni se debe, es paralizar ni por colapso, ni por causa distinta, todo un sistema de salud.
La atención sanitaria, sea esta ejercida en los centros de atención primaria, en los hospitales, o en los domicilios, es una práctica histórica, y una buena praxis, para la prevención, diagnóstico y tratamiento de muchas dolencias, que, de hacerlo en la periferia, evitaría el colapso de las urgencias hospitalarias. Pero para seguir así es necesario que los pacientes covid se centralicen en unidades concretas, definidas y preparadas para tal menester. Mantengan un personal, más o menos estable para su atención; que tenga todos los medios materiales para disminuir el riesgo de contagio. La limitación de este personal, garantiza un mejor control sobre el mismo, y sus riesgos asociados.
Son estas las segundas navidades, que pasamos bajo la pandemia. Son muchos los que esta vez no se sentarán a la mesa. Y son muchos también los que recordarán estos días alguna silla vacía. Para ellos, para los que están hospitalizados, o en cuarentena, hemos de esforzarnos en acompañarles, para que pasen una Nochebuena con esperanza y sin sensación de soledad, aún en el aislamiento obligado. Olvidemos estos días lo malo pasado, y esperemos con alegría lo bueno que queda por venir. Hoy, como hace veintiún siglos, aun no hay posadas para muchos, pero sí esperanza para todos: la trajo un Niño.
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