Virus que atacan el cuerpo y el alma
Al discurso intelectual le cuesta bajar de las nubes elitistas para caer como rocío refrescante a la masa -perdón, al terreno-. Quizá el suelo no está preparado para absorber su beneficio, esta duro, no ha sido bien tratado para aprovechar algo de la escasa humedad, y si acaso alguna plantita alcanza una gota de supervivencia, muy pronto un sol machacante de inquietud y temor secará la gota y marchitará la planta.
El discurso político trae agua de un pozo público de agua tóxica, interesada; al resto, a la masa, -perdón, al terreno- si le llega agua, será la tormenta devastadora que no puede asimilar, que acaba por anegarlo todo llevándose el manto fértil de la tierra. El discurso de los medios no atiende según estaciones sino según la ley de Murphy; si parece que amenaza tormenta, habrá tormenta, si es sol lo que toca, seguirá abrasando con la machacante noticia que ya ha quemado la esperanza. ¿Qué queda tras la larga sequía o el descarnado pedrisco?... masas sin horizonte. El discurso de la calle no es más que un lamento, una protesta, una queja sin avales y hasta una queja interesada, sufre por sí mismo y así, apenas da ni toma del agua de la vida.
El hombre más grande de todos los tiempos vio de este modo a las masas: "Al ver las multitudes, se compadeció de ellas, porque estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor" (Mateo 9:36). Al parecer, el ciudadano es visto como fuente de negocio por los poderes de este mundo, sin ofrecer la guía segura de un pastor. La expresión informada, enriquecedora, capaz de ofrecer alguna solución, alguna esperanza, algún futuro, es como el agua de manantial; hay que ir a buscarla.
No dejemos que el virus a la carne enferme también el espíritu. ¿Qué les dijo Jesús a las masas?: "Bienaventurados son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos" (Mateo 5:3). El que es consciente busca el agua de la vida en la fuente de la vida: "Tu justicia es como montañas majestuosas; tus decisiones judiciales, como inmensas aguas profundas. Oh, Jehová, tú mantienes a hombres y animales. En ti está la fuente de la vida; gracias a tu luz podemos ver la luz. Sigue mostrándoles tu amor leal a los que te conocen y tu justicia a los que son rectos de corazón". (Salmos 36:6,9,10)
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