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Carta abiera a la diputada Macarena Olona

30 de Diciembre del 2021 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

Tengo que confesarle, señora diputada del partido neofascista Vox, que me lo he pensado mucho el dirigirme a usted como he hecho en otras ocasiones con otras personalidades y personajes de la política española. Me lo impedía aquel principio que algunos demócratas señalan: “Con el fascismo no se debate, al fascismo se lo combate”. ¿Qué puedo yo debatir con usted, señora Olona? No encuentro ninguna rendija por donde pudiera circular algo de aire que nos pudiera permitir respirar ese necesario aire que todos necesitamos para la convivencia.

Reconozco que soy especialista en meterme donde nadie me llama y en aquellos lugares donde “falta aire”. En el año 1976 (un año después de la muerte de su amado Paco), en Salamanca, no pude con mi curiosidad y decidí “colarme” en el mitin que su “padre espiritual” y alma de su partido, el fundador de Fuerza Nueva, Blas Piñar, daba en Salamanca. Le confieso que en mi vida había pasado más miedo, estuve a punto de mearme en los pantalones, pero aguanté el tipo, con el corazón desbocado. Muchos años más tarde (2014), en el sur de Italia, en Bari, la curiosidad se volvió a aliar con mi insensatez y acudí al mitin que el entonces responsable de la Liga Norte, Mateo Salvini, daba en el salón del hotel donde yo me alojaba. Nuevamente el pánico se apoderó de mí y salí del mismo como pude.

Gracias a los 3,6 millones de votos que su partido, Vox, obtuvo en las últimas elecciones generales, gracias también a la democracia, que le permite decir las barbaridades que usted y sus compañeros sueltan en la sede de la democracia, el Parlamento, no les tenemos a ustedes cumpliendo con la amenaza que, en su momento, hizo el brazo armado de su ideología, “fusilar a 26 millones de hijos de puta”. En su lugar tenemos que soportarles todos los miércoles en las sesiones de control parlamentario al Gobierno, donde nunca aportan una sola idea digna de tener en cuenta y debatir. Lo suyo son los insultos, las descalificaciones, la zafiedad, el mal gusto y, sobre todo, odio, mucho odio.

Señora Olona, usted pasará a la historia del parlamentarismo español por la “interpelación” (es un decir) que usted hace todos los miércoles a la ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz: “(...) dígame usted, señora ministra comunista...”, poniendo el acento y la fuerza en la palabra “comunista” y acompañando un rictus de asco y desagrado. Todos intuimos que para usted decir “ministra comunista” es equivalente a decir “ministra de mierda”, pero usted es sabedora de que la presidencia de la cámara no se lo va a permitir.

Lo realmente destacable de esos momentos (confío en que ello sea lo que quede en la retina de los españoles) es la elegancia y la contundencia con que la “ministra comunista” contesta a los exabruptos y al veneno que usted suelta, con datos y argumentos que a usted le deben sonar a chino. Esa “ministra comunista” ha sido capaz de cerrar, después de nueve meses de negociaciones con los empresarios y sindicatos de este país, un acuerdo histórico, avalado y aplaudido por la UE, el Consejo de Europa y la prensa seria de España y Europa. Esa “ministra comunista” consiguió la subida salarial de los trabajadores en un 22,3% (la más alta de la historia), reduciendo con ello la desigualdad y la pobreza laboral (según la Encuesta de Condiciones de Vida) en el primer año de gobierno. Esa “ministra comunista” sacó adelante, con los votos de la Cámara, la ley Rider, que dignifica y ampara con derechos laborales a los repartidores en bicicletas. Gracias a la tenacidad de esta “ministra comunista” en el Consejo de Gobierno y al empeño personal del presidente Sánchez, los ERTE han sido un instrumento de sostenimiento de empresas y trabajadores durante la pandemia.

Otra confesión, señora Olona, soy aficionado a la fotografía y de vez en cuando hago incursiones en la fotografía en blanco y negro. En algún momento he tomado imágenes de los debates en el Congreso, he hecho el ejercicio de quitar el color a su imagen y el resultado es asombroso. Entre usted y Pilar Primo de Rivera, la responsable de “la castración mental” de las españolas durante el franquismo, como máxima responsable de la “Sección Femenina del Régimen”, no hay ninguna diferencia ni física ni mental ni discursiva. Son perfectamente intercambiables.

El mismo veneno que soltaba Pilar Primo de Rivera tras sus vueltas de la Alemania nazi (después de varios intentos por emparentarla con el mismísimo Adolf Hitler), en la noche oscura del franquismo, lo suelta usted ahora en democracia.

Supongo que la última decisión del Ayuntamiento de Madrid (PP) de concederle a título póstumo a la escritora madrileña “comunista” Almudena Grandes el título de “Hija predilecta de Madrid” le habrá sentado a cuerno quemado (nunca mejor dicho). ¡Vade retro, Satanás!

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