Las lenguas de Asturias y el rigor de los expertos
La prensa asturiana acaba de hacerse eco del manifiesto público en el que un grupo de profesores de Filología de la Universidad de Oviedo reclaman, entre otras cosas, rigor científico y respeto a la valoración de los expertos en el actual debate sobre la oficialidad. Comparto en general todas las ideas expuestas, pero ahora quiero centrarme solamente en esas dos.
O en su falta, mejor. Porque todos los firmantes son especialistas en la materia y saben perfectamente que, de acuerdo con ese reclamado rigor científico, esa lengua que llaman gallego-asturiano, denominación discutible y hasta discutida en la actualidad, ni es lengua en puridad, solo una variante dialectal del dominio galaico-portugués dentro del subdominio gallego, ni su nombre correcto sería ese, sino lisa y llanamente gallego. Galego de Asturias, por supuesto. Porque son hablas nuestras, autóctonas de Asturias, pero no son bables, no pertenecen al dominio astur-leonés. Lo cual se lleva mucho tiempo relegando, precisamente en contra de ese solicitado respeto a la autoridad de los expertos. Y no es esa una subjetiva opinión personal, lo ha dicho siempre y lo sigue diciendo la Filología Románica. Y acaba de confirmarlo un moderno y prolijo estudio de la propia Universidad asturiana en el que han participado, precisamente, algunos de los filólogos firmantes.
Pero el glotónimo sería lo de menos si su contenido, en la práctica, no fuese el de seguir encubriendo esa indiscutible realidad con actuaciones en contrario. Porque incluso lingüistas que la han admitido públicamente siguen, de hecho, apoyando el ilegítimo tratamiento oficial que dichas hablas eonaviegas están recibiendo en su propia casa: primero han sido sospechosamente silenciadas y sus hablantes permanecen aún hoy a la espera de una información clara y rigurosa sobre cuál es realmente la lengua que hablan (de ahí el babel de nombres con que se la viene bautizando), tras una completa y ya larga campaña de confusión interesada; las tutela una Academia, la de la Llingua Asturiana, que, como su propio nombre indica, no les corresponde; la normativa al efecto, que las aleja de la de su sistema común, las deriva a una desconexión que no es más que forzado averamientu. Y, como consecuencia de ello, el resultado es una pretendida e inédita lengua autónoma, despojada de su verdadera identidad y revestida con la apariencia de un insólito "cuarto bable".
Compárense, si no, estos supuestos. ¿Serían admisibles ejemplos de rigor y respeto lingüísticos, en este caso, el pensamiento y la sensatez de los Amigos de los Bables, rechazados para el resto de Asturias? ¿Lo sería que la RAE condujese desde Madrid el proceso de normalización del asturiano por ser este una lengua de España y le impusiese una ortografía castellanizadora? ¿Acaso la negación de la asturianidad glotológica de la llingua, primando supuestos criterios sociolingüísticos que difuminasen su verdadera esencia? ¿O tal vez la potencial elaboración contra natura de un asturiano bastardo, mixtura de gallego y castellano, segregado de su tronco histórico y devuelto al viejo limbo del amestáu informal? En fin, ¿se es menos asturiano por tener el gallego como lengua propia? Pues eso.
Quiero pensar que no, que la respuesta de los profesores firmantes sería negativa en todos estos supuestos. Si es así, y antes de que sea demasiado tarde, creo llegado el momento de que la Universidad, garante de aquellos argumentos de racionalidad y autoridad que en su declaración reclaman, haga valer su valoración técnica acerca de la situación actual de esas hablas del territorio Navia-Eo e inste al Gobierno del Principado, máxima institución competente en el asunto, a que las reconozca como lo que son, reconsidere el proceso en marcha y demande el tratamiento que su filiación filológica requiere, adaptándolo, como no podría ser de otra manera, a la especial situación geolingüística de la zona. Nunca es tarde para una rectificación, siempre que haya buena voluntad por parte de todos. Y entiendo, sin que sobre nadie, que estos profesores (y demás colegas departamentales), que aúnan saber y conciencia lingüística probados, son los más indicados para actuar como punta de lanza correctora en este caso. Dense, pues, por emplazados a ello y mucho ánimo.
Porque seguir por ese camino, en mi opinión, sería caer en levantinos blaverismes y levantiscos lapaos, esos inventos rechazados por sus propias Universidades y convertidos en risión de romanistas. Una visión unitaria e inclusiva ha de prevalecer siempre sobre los particularismos locales, asignando a cada lengua todas las hablas que por filiación le corresponden. Oficialidad, sí, por supuesto. El cómo ya está en vías de discusión, pero en una parte de Asturias falla lo previo: el QU... A ver si se logra.
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