La gran dependencia
Dependemos de las diferencias porque hacen evolucionar al mundo. Pero no todas son iguales y hay diferentes tipos. En el siglo XVIII un buen esclavista cuidaba de sus esclavos y procuraba la procreación entre ellos para su crecimiento económico. En el siglo XIX, las empresas industriales vendieron el sueño a la clase trabajadora de que si los proletarios tenían prole y trabajaban todos, podrían ahorrar lo suficiente para liberalizarse. El siglo XX se quiso hacer un mundo diferente y tras guerras mundiales y revoluciones seguimos igual. En estos comienzos del siglo XXI las guerras son a distancia con drones, siendo más frecuentes y reales los ataques económicos y cibernéticos en nanosegundos. Para ellos los poderosos necesitan datos y velocidad con la que pulsar el flujo de los deseos de los ciudadanos. Usarán los datos para competir entre ellos pulsando el flujo de sus propios deseos en la bolsa, pero también según consumo y operaciones con el móvil y otros datos del ciudadano. Así pueden decidir quien de ellos ganará la partida y acaparará. Con el desarrollo tecnológico llegan a creerse dioses y, como ya somos muchísimas personas en este mundo, no necesitan la procreación de otros ni siquiera la suya propia. Así que las diferencias esenciales (como las genéticas de la descendencia de los seres sexuados) ya no las necesitarán más ni para ellos, pues esperan algún tipo de clonación para transferir su consciencia y memoria a la nueva entidad. Tal aberrante sueño lo basan en ser propietarios de la tecnología y en su convicción de que se han ganado tal privilegio individual gracias al endiosado poder de su gran desigualdad.
¡Quién lo diría! Cuando ya apenas existe el servicio y el trato personal en las operaciones económicas generando empleo, la baja natalidad consigue el pleno empleo en la precariedad. La tecnología puede ayudar, no cabe duda. Pero en el sector servicios debe primar el servicio de persona a persona; al contrario que en el sector productivo industrial, en el que debe prosperar la automatización total: algo que haría desaparecer a la clase trabajadora, que sería sustituida por personas colaboradoras teletrabajando desde cualquier lugar con capacidad para conectar. Desde allí atenderían y seguirían a las máquinas que trabajarían en los polígonos industriales. Lo harían incluso mediante robots avatares que inspeccionarían y mantendrían la plena producción de robots y maquinas, las cuales producirían los elementos esenciales para nuestra gran dependencia: el cuerpo. Porque todo lo demás no sería real. ¿Es eso lo que queremos? Que solo los poderosos se queden con su cuerpo real (clonado o no) para disfrutar, porque al resto no nos necesitarían salvo para ser peones prescindibles moviendo sus móviles en su partida. Hasta que vayamos desapareciendo y luego solo pelearían por el control de las máquinas, manteniendo únicamente a algunos cuerpos reales para su exclusivo servicio personal.
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