Lo que sabemos sobre "el bichu"
Los españoles llevamos padeciendo cataratas de noticias sobre el bichu, pero por el contrario muy poca información, y la que recibimos no es tranquilizadora, pues es esta: no existe una vacuna ya probada de acuerdo con los protocolos de la OMS y, lo que es peor, no existe un tratamiento que asegure la curación de la persona a la que el bichu haya mordido. Solo existen medicamentos como el Remdesivir que son paliativos del padecimiento del enfermo.
Me parece que he sido el primero que en España le dio el nombre de "bichu", y se lo di porque cuando era pequeño oía a los mayores decir de una persona muy mala: "Ye un bichu".
Tenemos información estadística de que el número de asesinados por el bichu en España, en un solo día de marzo, fue de 5.968. Los humanos hemos conocido otras pandemias como la de la tuberculosis, a la que se llamó "la peste blanca". En la España muerta de hambre del franquismo el bacilo de Koch se cebó; solo en el edificio donde nací, a dos pasos de la plaza del Carmen, en el que había seis viviendas, tres personas padecían tuberculosis. Hoy día existen marcadores, la tuberculina, y antibióticos que garantizan la curación. Pero todavía no es así con el bichu, desconocemos casi todo. Sí hemos conocido empíricamente que si el culpable de la pandemia no contagia en 14 días a nadie "pálmala de fame"; de ahí que el aislamiento de la persona sospechosa de infección, es decir, su cuarentena, sea de 14 días.
Esta afirmación es tan científica como la absurda controversia entre la OMS y un físico sobre si la transmisión del virus es por "fómites" o por aerosoles; dado que a la mayoría de las personas lo de aerosoles nos lleva a pensar en esos botes metálicos con gas a presión, recurro al DRAE, cuya acepción de aerosol es: suspensión de partículas diminutas de sólidos o líquidos en el aire u otro gas. Efectivamente, una de las características del bichu es su microscópico tamaño, pero de microscopio electrónico. Si una persona sin mascarilla habla con otra que sí la lleva, dado que las palabras no son otra cosa que un aumento puntual de la presión del aire que el oído convierte en un mensaje inteligible, ese aire sufre una gran pérdida de presión al atravesar la mascarilla del interlocutor, y como ese aire puede tener una carga viral el resultado es que el número de virus que recibe el que escucha es hasta un 90% inferior a la que recibiría sin mascarilla. Imagínese el lector cual sería el resultado si ambos usaran mascarilla.
Con un sencillo experimento se demostró que el bichu contagia principamente por aerosoles, es decir, por nuestra respiración. De ahí la importancia del uso de la mascarilla.
Hay que usarlas por la razón anterior, y por otra sicológica: cuando vemos a alguien con mascarilla nos acordamos de que el covid-19 le ha declarado la guerra a la humanidad y que debemos "cambiar el chip", que ahora no podemos seguir con las mismas costumbres que teníamos en 2019. No debemos tomar unas cervezas ni en el exterior ni en el interior de una cervecería, como nos invita a hacer Díaz Ayuso, porque nos contagiaríamos con la variante ómicron, y nuestra libertad para contagiarnos, y también la de ella para contagiarse, termina donde empieza la de las demás personas a no ser contagiados y correr peligro de muerte.
Todo el escrito anterior corresponde a una carta que me publicaron el 9 de septiembre de 2020. Entonces no había vacunas.
Hoy estamos mejor, la ciencia ha logrado decenas de tipos de vacunas que "matan el bichu", y se han protocolizado profilaxis que atenúan los sufrimientos del infectado, e incluso que hacen que su sistema inmune reaccione y acabe curado. Pero no se ha logrado ningún específico que cure, como se logró para la tuberculosis.
Para ello, para contestar a lo que preguntaba algún medio de comunicación sobre el porqué de que en Navarra y Aragón el número de "picados por el bichu" creciese mucho más que en otras regiones limítrofes, hay cambiar el modo de investigar.
La investigación han de hacerla informáticos expertos en el manejo de gran número de datos, utilizando que hoy cualquiera puede saber, por ejemplo, que datos físicos como la altitud, temperatura, velocidad del viento, humedad, o ambientales como tipo de flora, fauna, había en la Lombardía italiana cuando llegó de China el primer infectado con covid-19 y se produjo la pandemia.
Se trata ni más ni menos que esos equipos de informáticos hagan un programa para introducirlo en uno de los ordenadores que tienen potencia de Petabits, por ejemplo el Mare Nostrum de Barcelona, y que indique varias causas, de mayor a menor probabilidad. Ese conocimiento es indispensable tanto para producir específicos para la curación como para determinar la limpieza con agua y jabón de aquellas partes de la ciudad en las que el nivel del covid-19 supere los valores considerados seguros. Debemos mentalizamos de que el bichu llegó para quedarse, como el de la gripe
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