Historia universal de la mujer

Planteados los enfoques desde los puntos de vista estético, funcional y afectivo, está nítidamente claro que la mujer es la obra maestra de la Creación divina. No hace falta buscar ejemplos plásticos demostrativos en la escultura griega, ni funcionales en los tratados de Fisiología, y resulta evidente su papel cálidamente afectivo en la asidua dedicación a la familia, en la que cuida de todos con especial atención a los más vulnerables: niños y ancianos. No me refiero simplemente a facetas muy destacadas de las féminas. Hay otros muchos aspectos en los que también presentan ventajas brillantes, que sencillamente no se han puesto de manifiesto por el interés masculino de no tener sombra, como es el caso del talento y el poder. En mi larga experiencia docente de cuarenta y siete años como catedrático, tanto en la Enseñanza Media como en la universitaria, tuve amplias ocasiones de evaluar y comparar la discencia femenina y masculina en ambos grados, y de valorar más la de las mujeres. Mi profundo interés por conocer los últimos avances de las Neurociencias, con papel básico en la tarea docente, me ha enseñado y convencido de que el mayor desarrollo estructural del “cuerpo calloso” que presenta el encéfalo femenino es responsable de la superior capacidad intelectual, pues esa estructura encefálica está especialmente dedicada a la interconexión de los dos hemisferios del córtex y a su relación integral. Es sobradamente conocida la actividad especializada de las distintas áreas corticales, ubicadas en los hemisferios derecho e izquierdo; pero es tanto o más importante conseguir la función cerebral “integrada”.

Como bien saben los abogados, algo parecido ocurre con la legislación, que no es la misma la obtenida por una selva de decretos inconexos que la correctamente integrada en un “corpus juridicum” consistente.

El sosiego del verano me ha permitido lecturas amplias y reposadas, y, entre ellas, la de una Historia Universal de la Mujer, de unas mil ochocientas páginas, repartidas en cuatro tomos, elaborados por varios autores; así como también una Historia de las Religiones no menos extensa. Ambos textos reflejan honestamente la sistemática substracción de oportunidades operativas de la que ha sido objeto la mujer en el devenir histórico de la Humanidad. El mismo o parecido efecto, naturalmente con matices, se registra en Oriente y Occidente. En algunos países presuntamente civilizados y democráticos del Este, hasta hace bien pocos años, la esposa debía caminar unos pasos detrás de su marido. En otros -que no citaré por ser sobradamente conocidos- el testimonio jurídico prestado por una fémina cuenta la mitad que el del varón. Para “justificar” esta arbitrariedad, se les niega o reduce espectacularmente “a priori” el acceso a la Cultura, con desprecio al Principio de Igualdad de Oportunidades (PIO), que es la base fundamental de la Educación en cualquier nivel en los países que dicen reconocer la democracia. No es preciso complicarse en buscar ejemplos, basta con leer los periódicos, porque estamos viviendo este hecho a diario en el mundo actual. Tampoco hay necesidad de añadir “razones”, porque es evidente que con muy distinta preparación no se puede lograr igual capacitación.

Estamos asistiendo ahora en España -país de reconocida y prestigiosa cultura universal- al nonagésimo primer año (91) del derecho femenino al voto (1930). Según los datos de que dispongo, las pioneras fueron las mujeres americanas del Estado de Wyoming en 1869, y en 1920 se alcanzó el sufragio general de las mujeres en USA. El derecho femenino de herencia nace en Suecia en 1845. El de sufragio femenino en Inglaterra se consigue en 1918. En la verdaderamente progresista Turquía de Kemal Ataturk, el mismo derecho lo adquieren en 1930. En Japón en 1945.

Desafortunadamente, en los países africanos el papel que se otorga a la mujer es generalmente lamentable. Tal vez, se salva en la historia antigua la cultura faraónica en algunas etapas concretas, como la de Hanseput. En la actualidad el panorama es claramente regresivo.

Hasta aquí hemos recogido muy sucintamente datos de pueblos con tradiciones religiosas. ¿Qué decir de los incrédulos? Rousseau, en plena Revolución francesa, se declara misógino y proclama sin rubor que “la educación de la mujer debe concebirse para complacer al marido, solo para obedecer al hombre, e incluso para soportar sus injusticias”. Difícil superar tanta necedad.

En la URSS, se marginó inicialmente a la familia, para dar protagonismo a la educación del Estado. En 1918, el soviet de Vladimir decreta que toda mujer de más de 18 años debe inscribirse en el registro de Amor Libre, y puede elegir un compañero de 19 a 50 años. El hombre también puede elegir mujer, incluso sin el consentimiento femenino. A partir de 1936 se dificultan el divorcio y el aborto. A partir de 1945 se reconoce el valor del matrimonio. En 1960 las mujeres superan en la URSS el 70% de los puestos de trabajo en medicina y educación.

Resumiendo totalmente: a veces apetece preguntarse si los detractores de lo femenino o misóginos habrán tenido abuelas y madre, y algunos también, esposa, hermanas, hijas y nietas. ¿Quién sabe?