¿Somos amigos de nuestros hijos?
Todos tenemos alguna fuerza y muchas debilidades en nuestra personalidad. Para no aburrir con los rasgos negativos me referiré a una de mis características nobles: la amistad; nunca olvido a un amigo ni en mis recuerdos de día ni en mis sueños de noche, aunque ya amenace ese tal alzhéimer. Si no hubiese estado dispuesto a arriesgar la vida por él o por ella, no me consideraría un amigo. Pues bien, ya se me han muerto unos cuantos. De todos ellos hablo con mi Creador y el Creador de ellos; como en una conversación entre amigos, le digo que si yo los amé y los amo, ¿cómo ha de amarlos él?; por eso estoy seguro de que nunca los perderé... a menos que les falle en el último momento, es decir, que venda mi alma al Diablo; qué triste final para el mejor de los amores.
¿Es posible fallar a lo más preciado de nosotros mismos?, desgraciadamente sí. Si aún en la madurez o en la vejez puede uno fallar a sus más íntimos valores y sentimientos, cuánta vulnerabilidad albergan los 16 años, esos en los que todavía apenas han nacido los grandes ideales. Por eso los pescadores en río revuelto proponen el voto a esa edad. Creo que esta sociedad no protege bien a sus hijos, y “lo digo sin acritud”. Los delitos cometidos por menores me escuecen en el alma como si yo tuviese alguna responsabilidad, la falta de búsqueda de un camino ascendente hacia la pequeña pero gran gloria reservada al ser humano me duele como si yo hubiese podido hacer algo para desvelar ese camino a una mayoría, y... sí, lo intento, pero mi poder es pequeño.
¡Por favor, luchad por vuestro legado! Buscad ayuda porque la hay: “Y ciertamente llegará a haber una calzada allí, aun un camino; y será llamada el Camino de la Santidad. El inmundo no pasará por ella” (Isaías 35:8). Pero cuidado, ese camino, hay que buscarlo: “Entrad por la puerta angosta; porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por él; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13). Ánimo.
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