El antigentest

2 de Enero del 2022 - Javier Cortiñas González (Tarragona)

Hoy como novedad nos hemos incorporado a la ingente multitud de los que se presentan en las farmacias para adquirir los test de antígenos que nos indiquen si tenemos o no covid. Han sido ocho euritos por bolsita. Hay que ver con qué alegría nos atendieron, se les veía el símbolo del euro reflejado en los ojos.

Teníamos planificado un viaje y nos parecía buena idea comprobar si éramos positivos, así que, pertrechados con nuestros regalitos, aparcamos en un lugar retirado detrás de unas matas, para hacernos la prueba, porque no era cuestión de dar el espectáculo en plena calle.

Como dos niños pequeños, mi compañera sentimental y yo curioseamos las bolsitas, leímos las instrucciones que, a pesar de venir en varios idiomas, entre ellos, el que se parece mucho al nuestro, resultan en la mayoría de las veces, tan incomprensibles como estuvieran escritos en arameo. Finalmente, con la ayuda de los dibujos y utilizando los variados conocimientos adquiridos durante el prehistórico bachillerato del Antiguo Régimen, pudimos descifrar la manera de hacerlo.

Primero nos familiarizamos con el contenido de la bolsita del “antigentest”: una casete de prueba que consistía en una pieza de plástico con unas aperturas o ventanitas en las que se veía un tejido blanco. Una varilla delgada con una torunda de algodón en un extremo y una punta afilada en el otro, como el puñal del godo y un pequeño recipiente de plástico con un líquido. Desplegamos todos los elementos sobre las rodillas, las bolsas y las instrucciones entre el volante, el salpicadero, la palanca de cambios, etc. Después logramos descifrar el asunto de la toma de muestra. Esto nos llevó un rato porque las instrucciones hacían referencia al hisopo de toma de muestras, que era la varilla con la punta de algodón. A punto estuvimos de llegar a las manos tratando de aclararlo porque, como había sido monaguillo, para mí el hisopo era el objeto que se usaba para bendecir con agua bendita, y yo lo que tenía delante era muy distinto. Al parecer había que “insertar con cuidado el dichoso hisopo quince centímetros en la fosa nasal, no especificaba cuál de las dos, hasta que sienta resistencia”. Así que procedí y cuál no sería mi espanto al ver que la varilla iba entrando sin problemas y sin pausa sin que notase resistencia alguna hasta que no quedaba casi nada fuera, entonces fue cuando pensé que había llegado al hipocampo, en la base del cerebro, al ver unas estrellitas que revoloteaban y notar por fin la famosa resistencia. Después había que frotar y girar la varilla varias veces “ejerciendo una presión moderada”. Aquí fue cuando no pude más y empecé a sentir unos picores irresistibles y a estornudar como si me hubiese tomado una cucharada sopera de mostaza de Dijon. Creo que con la muestra, además de las células muertas, me llevé algunas vivas, posiblemente algunas ideas, aún en proceso de creación, que nunca verán la luz y una multitud de malos pensamientos, de los que siempre abundan. Tuve que repetir lo mismo en la otra fosa nasal y pasar otra vez por los mismos picores y estornudos y, como había que seguir adelante, a pesar de los cosquilleos cerebrales y las narices alborotadas, procedí a meter el hisopo en pequeño recipiente o “tampón de extracción”. Fue entonces en plena maniobra cuando un policía municipal viendo aquel despliegue de bolsas, papeles, etc., los estornudos repetidos de los dos, que hacían bambolear el vehículo, se acercó pensando que nos estábamos chutando alguna cosa. Después de explicarle lo que hacíamos nos deseó ¡suerte, una buena respiración y feliz año nuevo!

El último paso consistía en poner cuatro gotas del recipiente en la casete de prueba; eso sí, había que poner las casetes en horizontal y, como estábamos en pendiente, con la ayuda del gato, dos piedras gordas en la rueda trasera derecha y la aplicación de nivel del teléfono móvil, pudimos conseguir una horizontal aceptable. Entre risas histéricas, ánimos de nosotros sí podemos e insultos a toda la familia de los coronavirus, esperamos quince minutos para ver los resultados que podían ser dos bandas de color rojo, indicativo positivo de covid, una sola banda indicativo negativo de covid. Felizmente respiramos tranquilos cuando finalmente vimos una sola línea roja.

Me imagino que está tecnología pronto se extenderá tras aplicaciones de forma que podremos hacernos nosotros mismos pruebas analíticas de todo tipo desde el contenido en colesterol, triglicéridos, glucosa, etc. y que, junto con la imagen, la toma de tensión y dentro de poco el electrocardiograma pasaremos las consultas de atención primaria en casa. Otra actividad más que nos endosan, además de las que ya practicamos como agentes de viajes y oficinistas de banco.

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