Reflexiones sobre los incendios forestales
Pasé y paso mi vida en el medio rural asturiano. Toda una vida dedicada a la educación y divulgación ambiental. Convivo cada temporada de incendios con los que queman el monte desde niño. Cuando estoy en alguna de las principales ciudades asturianas, me sorprende lo lejano que se ve el problema real de los incendios y las motivaciones que llevan a muchas personas a quemar nuestro futuro.
Acabo de cruzar España de Sur a Norte y al pasar el famoso túnel del Negrón, de noche, me sorprendieron la cantidad de incendios en... “el paraíso natural”, el único lugar del país desde Andalucía a Gijón donde había incendios, ¡en pleno invierno!
No es nada nuevo que queme el monte en el norte de España en otoño o invierno. Sin embargo, asistimos aún hoy, en la era de la información, a noticias de prensa y TV donde dicen que, debido a las altas temperaturas o al viento, hay incendios, y lo peor de todo es ver noticias en las que los ganaderos piden actuaciones y ayudas por el tema de los incendios.
Basta ya de pensar que muchos ciudadanos somos tontos e ignorantes. El problema de los incendios pasa, al menos, por tres contundentes puntos de vista: el cultural, el social y el político.
Para ser serios, hay que partir de una verdad aplastante e indiscutible, y es que todos los incendios en estas fechas son provocados intencionadamente, muchas personas queman el monte en Asturias, y sus vecinos y familiares lo saben y lo callan; hasta muchos lo aplauden.
Para mí, el problema cultural es el más importante y arraigado de los problemas que llevan a que tengamos 100 incendios en enero. Porque ya los había hace décadas. Sin entrar en temas científicos de pérdida y erosión del suelo, modificación del pH, pérdida de biodiversidad y muerte de anfibios, insectos, reptiles, flora, etcétera, el que quema el monte lo hace, muchas veces, por el simple impulso de conseguir algo que solo para él y sus iguales es efectivo (eliminar matorral, limpiar el monte, etcétera), todo sin ninguna base razonable y sin búsqueda de alternativas. Estos delincuentes queman el monte de noche cuando nadie los ve y cuando los helicópteros no pueden apagarlos. Muchos de los que queman el monte y los que lo saben y lo callan creen que está bien, que es necesario; es decir, no son maníacos ni pirómanos; queman el monte porque en el bar local todos aplauden que se elimine matorral para que cuando suban el ganado a los pastos en primavera-verano el monte esté “limpio”.
Con el paso de los años no hemos aprendido nada. Asturias, a pesar del eslogan de Paraíso Natural, tiene muchísimas hectáreas erosionadas, la recurrencia de los incendios, las pendientes laderas y la exposición de las mismas al Sur hacen que la erosión del suelo sea un problema grave en esta franja de “la España Verde”. Los que queman siguen pensando que lo hacen bien y manejan excusas como que la culpa es de otros que no dejan desbrozar, que no hay ganado en el monte... y otras barbaridades que no solo atentan contra el conocimiento y la cultura, sino contra la opinión de muchos ciudadanos que conocemos la verdad de lo que se cuece en el medio rural.
Esta falta de cultura del que prende la cerilla también ocupa un lugar en la sociedad urbana, lo que llamaría un problema social, pues se desconoce el problema real de los incendios y se deja llevar solo por las lamentables noticias que aparecen en los medios de comunicación, y levantan las cejas cuando alguien les dice que no, que son todos provocados intencionadamente. La sociedad urbana no acaba de ver detrás de las llamas de un incendio a mucha gente (más de 100 en enero) quemando el monte intencionadamente, los que los convierte en terroristas ambientales o delincuentes, y se deja llevar por esas noticias que dicen que arde el monte porque hace mucho calor.
Es penoso que se nos siga quemando el paisaje y llenando la atmósfera de humo por falta de cultura y presión de la sociedad para salvaguardar nuestros verdes paisajes, nuestra biodiversidad, y se apliquen las normativas, como la ley de Montes, que prohíbe pastar en los montes quemados.
Pero también es lamentable a nivel político. Se desactivan las Bripas (Brigadas de Investigación de Incendios), se deja pastar en los montes quemados, falta vigilancia constante y nocturna en las zonas y fechas reincidentes, y se oye a los ganaderos que piden ayudas y medidas por los incendios cuando en ese sector no se ve con malos ojos que queme el monte. Esta frase duele, pero hasta que no se tome en serio seguiremos teniendo incendios en octubre, enero o febrero. ¿Por qué apenas hay incendios forestales en verano en Asturias? Simple: porque el ganado está arriba en el monte y el que quema es el vecino de ese pueblo desde donde se ven las llamas y no va a quemar su ganado ni el de los vecinos, porque nunca hubo tanto ganado en el monte astur como hoy, al menos, en lo relativo a las vacas.
En definitiva, una reflexión más, para tener en cuenta que la pérdida de biodiversidad, la erosión del suelo, el llenarnos el ambiente de humo a todos, el volver negro el paisaje que tantos turistas esperan encontrar verde y vibrante, el poner en riesgo vidas humanas y tantos otros desastres, de los que nada aprendimos aquel triste mes de octubre de 2017 en que no amaneció por el humo de tantos incendios, no pueden enturbiar a la cultura y el conocimiento. Que no nos hagan tontos cuando los ganaderos piden ayudas y medidas por los incendios, que los políticos tomen medidas serias basadas en la verdad, la ciencia y la ley, y que se fomente la vigilancia y se persiga al que quema y pague la tremenda factura de que cada temporada todos tengamos que respirar humo o ver un paisaje negro y falto de vida, y que la sociedad no admita que sus vecinos sigan quemando el monte, que este no arde de forma espontánea porque haga calor y viento. No son jardineros del paisaje. No hemos heredado un bonito monte porque nuestros antecesores nos lo legaron así, sino porque no pudo arder más.
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