De la madurez a la senectud en la caza
Es un tránsito que se produce inexorablemente en el ciclo vital de los todos seres. No obstante, para la especie humana se da la circunstancia de que la vejez hoy es de mayor duración que antaño, de forma especial, en los países que disfrutan del llamado Estado del bienestar. Tanto es así que, en relación con la actividad cinegética sostenible, resulta un hecho habitual, satisfactorio por otra parte, ver a muchos de nuestros compañeros de avanzada edad seguir en activo en esta práctica resultando útiles, disfrutando con plenitud, aun cuando las energías físicas no sean las de siempre.
Lógicamente la experiencia del cazador veterano, curtido en materia venatoria, le recomienda no alejarse de la prudencia en la movilidad y conceder valor e importancia al esfuerzo en previsión de atenuar posibles efectos. Más que conveniente, es necesario presentar una respuesta eficiente al proceso gradual de deterioro que marca la acción del tiempo.
Ello, sin duda, no hace que una situación así debiera interpretarse como de menor rango en el cómputo general del compromiso contraído para con el grupo, porque forma parte de la misma pieza. El cazador en la modalidad de la Mayor, cumplido en años, sabe perfectamente cuál es su sitio y la función que presta al grupo, sin bajar las constantes de atención y lo mejor de su disposición. Tiene a favor la experiencia, que le hace ser paciente, sabedor de que el índice de posibilidades ya no es el mismo que antaño, cuestión que no le hará decaer ni un ápice, máxime cuando las coordenadas emocionales con respecto a la caza se mantienen intactas.
Por lo general, son los más jóvenes los que se encuentran con la responsabilidad de realizar lances en zonas que presentan una mayor dificultad o esfuerzo llegar hasta ellas; son hábitats del jabalí en donde la faceta esquiva de este animal silvestre encuentra su mejor versión para esconderse en terrenos de espeso matorral constituido en un buen aliado en donde protegerse y defenderse de posibles acosos. Diferentes son los espacios abiertos cercanos, normalmente encomendada su custodia a compañeros de ritmo menor al caminar, que tampoco es que sean puntos débiles que se les pueda cuestionar, ni un asunto secundario, pero que nunca será la primera opción que tenga el suido por donde escaparse, siempre remiso en grado sumo a descubrirse.
Por lo tanto, se trata de un hecho objetivo que el cazador, a la vez que se hace mayor, va perdiendo oportunidades. Siempre hay excepciones, claro está.
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