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"Monsacro y reliquias". Nombres para la perennidad. Un libro más sobre la sagrada montaña morciniega (III)

12 de Enero del 2022 - Agustín Hevia Ballina

Hace algunos días que, desde los escaparates de las principales librerías, viene ejerciendo su función de reclamo un libro que exhibe sus galas externas, con ánimo de llegar a todos los clientes. Si preguntas a los libreros qué acogida está teniendo, te dirán que se van vendiendo, poco a poco, más ejemplares de lo esperado, si contamos con que su título puede parecer prestarse a pocas alegrías, aunque se convierte en atractivo cuando nos fijamos detenidamente en su primera palabra: ¡Monsacro!, porque esa expresión lleva envuelto un no sé qué que parece estar ofreciendo un suculento manjar de religiosidad y de literatura filológica e histórica, cuya lectura llenará el espíritu del lector de sapiencias y novedades.

Por honestidad, no puedo dejarte sin descubrir el título asignado por los autores de ese libro que se te ofrece, como una invitación apremiante a que lo adquieras, para empaparte con sus contenidos tan sugerentes y atractivos, que, sumado el todo a una presentación exquisita, parecen ofrecértelo como digno de ocupar sitio de privilegio en los anaqueles de tu personal librería. He aquí ese título que aparentaría querer sumírtelo en las brumas y celajes de la santa montaña: "Monsacro en el Medievo. Concejos de Morcín-La Ribera-Riosa-Quirós. Toponimia. Propuestas históricas".

Para mi uso y consumo, en este tercero y breve comentario, me quedé con la palabra para mí siempre entrañable: "Monsacro", con fin de reflexionar una vez más con mis lectores sobre "Monsacro y Santas Reliquias", un tema que me viene apasionando en la retrospectiva, que afecta a los mil doscientos años de la erección de nuestra Santa Catedral para el culto del Santísimo Salvador y de los Doce Apóstoles.

Sumario: Un libro cuya lectura llenará el espíritu de sapiencias y novedades

Destacado: Del Monsacro llegaron, en un proceso de continuidad, las sagradas reliquias a la ovetense Cámara Santa de nuestra Catedral, para no desaparecer de la veneración del astur pueblo cristiano

Volvamos, como tantas veces, la vista y las miradas de nuestros ojos alrededor del santo lugar donde nuestros antepasados, puestos de consuno, levantaron allá por los inicios de la decimotercera centuria singular “ermita” o “capilla” a la Santa Magdalena, a la que seguiría una segunda con singular planta octogonal, que trasladara a nuestras latitudes, bajo el influjo de los Caballeros de la Orden de Jerusalén, los esquemas y modelos arquitectónicos que servían a la protección del Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo en Jerusalén.

Allí, a aquellas alturas de venerabilidad, el Casto Rey, segundo de los Alfonsos en la astur monarquía, había acudido para tomar del Pozo de Santo Toribio, donde habían estado depositadas en Arca de singular -pero muy sencilla- hechura, el mayor conjunto de santas reliquias que nunca hubiera visto juntas la cristiandad y que, en apariencia, "solamente Dios podría contar", dicen las venerables crónicas astures.

Llegados a la Santa Cámara, a cuyo enaltecimiento el Casto Rey las destinara, nadie tuvo capacidad para abrir la singular y Santa Arca, donde tantas sacras reliquias se contenían y, aun a pesar de ímprobos esfuerzos, nadie pudo eximirse de sufrir los efluvios y resplandores, con efectos de ceguera, que de las interioridades del Arca se desprendían. La sublime Arca empezó a designarse con el calificativo de "santa", partícipe de la santidad que de ella emanaba. Allí, el sudario santísimo del Señor, con otras sacrosantas reliquias, se ofrecía para plena adoración. Allí, reliquias de la Virgen María, de los Santos Apóstoles y de los mártires más insignes del mundo cristiano se ofrecían para pública y santa veneración, como te mostraré en nuevo y futuro comentario.

¡Qué grato recuerdo el que nos ofrece la cercanía del Monsacro a la ovetense Catedral! Qué hermoso acompañar con la imaginación ese abrirse, sin el mínimo del esfuerzo, en el año de gracia del mil setenta y cinco, cuando el Obispo Don Arias asintió a los deseos expresos del VI de los Alfonsos leoneses para, después de participar solemnísimos ayunos, de celebrada la misa santa, en presencia de reyes, de cómites y ministrales con algún otro sobresaliente caballero cristiano, abrir y adorar las sacras y venerables reliquias, iniciando un proceso devocional de la más arraigada y gozosa tradicionalidad.

Del Monsacro llegaron, en un proceso de continuidad, las sagradas reliquias a la ovetense Cámara Santa de nuestra Catedral; llegaron para no desaparecer de la veneración del astur pueblo cristiano, que, con adoración y culto pleno ante sus avatares adversos, como tantas veces en la Historia se testimonia, acudieron a la ostensión del Santo Sudario, procesionándolo inclusive por las calles de nuestra ciudad e invocando del todopoderoso la divina protección.

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