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Monsacro: donde letras hablan... Rodrigo Sebastianiz y unos fratres de Monte Sacro (y IV)

21 de Marzo del 2022 - Agustín Hevia Ballina

Hay un grato libro circulando por los recovecos del mundo de la letra impresa, el que casi se me está convirtiendo en libro de cabecera, que, por el día, cuando menos lo pienso, me lo encuentro entre manos y, antes que la noche se apodere de tu voluntad, no puedo menos de echarme al coleto uno que otro capítulo, para deglutirlo, en la paz de la noche, pacientemente, deleitosamente, receptivamente, en tanto que el cotidiano descanso llega para aportarte el merecido reposo, que envuelva tu espíritu en reparador sueño. Te preguntarás cuál es el motivo por el que tan reiterativamente lo hago objeto de mis comentarios. A decir verdad, es porque encuentro en él justificación más que suficiente, para acercarme a sus contenidos siempre tan sugeridores. El libro a que vengo aludiendo es el que lleva por título “Monsacro en el Medievo”. Una vez más me acojo a su compañía para reflexionar contigo sobre la sacra montaña donde, por la piedad de pobre y sencillo ermitaño custodiadas, estuvieron las santas reliquias de la santa iglesia Catedral ovetense.

Hermoso y límpido pergamino, conteniendo generosa carta de donación del que fue legionense soberano, Fernando I, en el año del nacimiento del señor de MCLVIII, nos transmite mensajes elocuentes, con efusivas palabras, trascendidas y de tenor jurídico, traspasadas. Cálidas donaciones hechas a unos “fratres de Monte Sacro”, por virtud del documento en aquellas alturas extendido, los convirtieron en dueños y pacíficos posesores de unos terrenos en que apacentar sus hatos de ovejas, medio muy apto y apropiado para asegurar la vivencia monástica en las laderas y sobre las alturas del santo monte, de la santa montaña, del entrañable Monsacro.

Sumario: Reflexiones sobre la santa montaña por la lectura del libro "Monsacro en el Medievo"

Destacado: Personajes de las más encumbradas cunas incesantemente posaron sus plantas en lo alto de la montaña sagrada, del Monsacro de la perennidad

Te invito a pasar tus ojos sobre la vetusta Carta de Donación, que procuraré hacértela llegar en asequible lenguaje castellano: “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo el Rey Fernando y mi esposa la reina Doña Urraca a ti hermano Rodrigo Sebastianiz hacemos carta (de donación) para remedio de nuestras almas, en el territorio asturiense, en el lugar dicho Monsacro, pasando el muro de 'Entrepuertas' y por encima del coto, que dice 'de Lectuso' y por Cova Overa y la Cova Dedadedra y por los fondos de la peña del Valle de Ovejas y desciende al Collado de Juncedo, y por la Cueva de Arbadi y por encima de la texera y por los fondos de Cueva Gusina y por los de la Cuenca de Usana y por el coto de Martín Verres y por encima del coto de las Payeras y desciende al muro de Entrepuertas”.

Voy a hacerte espiritual conexión con otro documento en pergamino en que las sagradas reliquias de la Catedral son protagonistas. Otro rey de León, Alfonso VI, es el sujeto de espiritual donación, también “para remedio de su alma”, de un territorio, el de la mandación de Langreo a la Sede Ovetense para que se celebre especial fiesta el 15 de marzo, cada un año, en honor de las santas reliquias, cuyo inventario con pormenor se establece, a las que el prelado, el mismo monarca, caballeros y condes del séquito real, después de la apertura del santo relicario conocido como "Arca Santa", prestarán cumplida adoración al sagrado cofre de las reliquias santas. Al año de 1158 correspondía la donación a “Rodrigo Sebastiani” y a los “fratres de Monte Sacro”. No se habla de las sagradas reliquias en la donación de Fernando I de León a Rodrigo Sebastianiz, pero, con toda probabilidad, el culto del sacro relicario constituía el genero de vida de aquellos “fratres”, cuya existencia no se contradice con la del “ermitaño”, a cuya “cueva” y “huerto” alude la toponimia, que ha dejado huellas imposibles de ser borradas por mucho que el tiempo inexorable nunca sobre su realidad deje de pasar.

Se me agolpan en los labios las palabras que a borbotones y como confusas no dejan de brotar. Personajes de las más encumbradas cunas incesantemente posaron sus plantas en lo alto de la montaña sagrada, del Monsacro de la perennidad. Las sendas que a las sacras reliquias conducen ayudan a los peregrinos, entre plegarias y oraciones, a superar las escabrosidades de la subida, sea a través de la Collada, encontrándose lo primero con la Capilla de Abajo, donde veneran a la Santa Magdalena, sea por Otura y los Llanos, para hacer estación y parada en las inmediaciones de la capilla octogonal, donde venerarán a Santa María del Monsacro, al Apóstol Santiago, a Santa Catalina de Alejandría, devoción llegada con probabilidad del Oriente cercano al Santo Sepulcro del Señor, bajo protecciones de Templarios Caballeros, continuados bajo la Orden de San Juan de Jerusalén. Algunos, sobre todo los provenientes de la ruta por Riosa, acudirán al Monsacro bajando por la Covarriella, que es acceso por donde se desemboca también en la Capilla de Arriba, que, como ya dijimos, nos ofrece hermosa planta arquitectónica octogonal.

Por donde quiera que te propongas el ascenso al Monte de la Sacralidad, si lo haces, cual lo hacían los mayores con pies descalzos o hincadas las rodillas en la piedra, para que fuera más intensa la penitencia, que se acompañaba para lograr en mayor intensidad el perdón por la comisión de los muchos pecados.

No dejes que tu proyecto de vida no participe muy mucho de ese perenne vincular Monsacro y santas reliquias en fecunda perennnidad.

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