Jaime Ostos, la gloria, el pundonor y el éxito con las mujeres
Ha fallecido en Colombia a los 90 años el gran torero Jaime Ostos. Era la elegancia personificada, el saber estar. Todo un caballero español de los que ya quedan menos.
Yo no he conocido a un hombre al que se le diesen mejor las mujeres, pero no se las echaba de don Juan. Tampoco era un ligón de playa. Tenía la gracia de la Tierra de María Santísima. Le venían como moscas al panal y él toreaba en el ruedo pero sin dar escándalos ni cuartos al pregonero. Toreaba de capa y muleta. Era el gran torero de Franco y doña Carmen en una corrida de la Beneficencia le tiró un collar de perlas desde el palco presidencial. Hubo una época en que yo me hice reportero de la agencia "Efe" y pude vivir las noches de la movida. En una ocasión le sorprendí bailando muy ceñido con Lita Trujillo, casada con un hijo del dictador Trujillo, que, por cierto, era un amante de la hispanidad. Le pedí permiso y él accedió. Tuvo un gesto y una sonrisa:
-Tú puedes sacarme como quieras menos en calzoncillos.
Le acosaban las mujeres. Recuerdo aquella fiesta en que la ex de Santana se lo comía a besos. Milá Santana también ha fallecido.
Dios la tenga en su gloria, pero a mí no se me fueron las memorias de tiempo tan feliz. Gente guapa y con clase.
Fue una experiencia para mí que, después de haber alcanzado la cima del periodismo como corresponsal diplomático en Nueva York y en Londres, tuve que avenirme al oficio de retratero.
No me arrepentí, sin embargo. Aquellos reportajes de Madrid la Nuit me ayudaron a salir adelante y llevar el pan a mis hijos.
La democracia a los que éramos coroneles nos rebajó al grado de cabos primera, pero había que amoldarse a las circunstancias. Menos da una piedra.
Tuve ocasión de contactar con gente elegante como este andaluz de Écija eximio espada en el arte de Cúchares. Daba gusto escucharle hablar. Era la simpatía personificada. Descanse en paz. Siempre recordaré aquel pelo peinado hacia atrás donde no le salió ni una cana ni una calva. Era un moreno de verde luna.
Parecía haber saltado a los ruedos desde algún poema de Lorca. Y se las llevaba al río creyendo que eran solteras y tenían marido.
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