Un oviedista indignado
Hace más de 20 años que soy socio del Real Oviedo y en todo este tiempo ya he visto de todo: buenas cosas (por desgracia contadas con los dedos de la mano), malas, peores... Pero lo que viví en el Real Oviedo-Mirandés fue "la gota que colma el vaso".
Con independencia del lamentable espectáculo en el terreno de juego, lo que de verdad me indignó fue observar que mientras se cantaba (con toda la razón, dicho sea de paso) el "Pichi, vete ya", el estadio atronaba, pero cuando Symmachiarii cantó el tristemente ya famoso "Consejo, dimisión", sólo cuatro gatos seguimos sus cantos.
Después de casi cuatro años de nefasta gestión de este consejo parece que muchos no se han dado cuenta todavía de dónde residen los verdaderos males de este club: el problema no está en el terreno de juego, ni en el banquillo. El problema son los que ocupan el palco domingo tras domingo (que, por cierto, en 2003 estaban al otro lado del "parking") y en concreto su máximo accionista, Alberto González, quien, con su nefasta gestión, respaldada por el silencio cómplice del Ayuntamiento de Oviedo, que le sirve al máximo accionista de escudo humano, nos va a llevar irremediablemente a la desaparición a no muy largo plazo, siguiendo el camino que tomó el tristemente desaparecido Balonmano Naranco.
Termino con la mención a una célebre coletilla que el señor Aznar puso de moda en los años noventa: "Váyase ya, señor González, váyase."
Siempre ¡hala, Oviedo!
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