El problema de las energías alternativas
Con el precio de la electricidad batiendo plusmarcas y la inclusión por parte de la Comisión Europea del gas y la energía nuclear como "energías verdes", al menos durante la etapa de transición hacia las renovables (Alemania tiene gas ruso y Francia energía nuclear), la polémica, por si ya no había suficiente polémica en este asunto, está servida. Está muy claro, aunque también en esto hay negacionistas, que la biosfera no puede aguantar más el calentamiento global provocado por la actividad humana, no lo puede aguantar sin que las catástrofes climáticas sean cada vez más frecuentes y sin poner en grave riesgo la supervivencia de muchas especies, incluida la nuestra. No hay que tener muchas luces para darse cuenta de que los trillones de toneladas de CO2 y otros gases de efecto invernadero que los humanos vertemos a la atmósfera no pueden ser inocuos. Así que la transición energética hacia energías más limpias no tiene discusión posible, no la tiene para la inmensa mayoría de la comunidad científica, no la tiene para casi todos los países del mundo que se reúnen en las cumbres climáticas y no la tiene para la ONU. ¿De acuerdo? Pero, llegados a este punto, no solo tenemos el problema de la transición, tenemos un problema más importante, el de tener muy claro hacia dónde, hacia qué tipo de energías queremos hacer esa transición. Aunque la mayor parte de los ecologistas (hay algunos que no) han demonizado la energía nuclear y puesto en los altares otras energías, como la hidráulica o la eólica, esas energías alternativas pretendidamente ecológicas, y que, como la nuclear, tampoco emiten gases, también tienen efectos perversos, y no solo me refiero, por ejemplo, a las aves muertas que aparecen todas las mañanas a los pies de los aerogeneradores o al corte dramático del cauce natural de los ríos. Como los políticos están muy perdidos y piensan más en las próximas elecciones que en las próximas generaciones, nos han vendido una moto cuyas consecuencias ya estamos padeciendo en nuestro bolsillo, pero eso no va a ser nada cuando empiecen las movilizaciones de sectores que se van a ver gravemente afectados por la implantación masiva de energías como la eólica. En Galicia los pescadores de bajura ya están en pie de guerra ante la pretendida instalación de grandes parques eólicos en el mar, cerca de la costa. Y los ganaderos de la ganadería extensiva, esos a los que defiende el ministro Garzón y se lo agradecen insultándolo, también están alarmados por la cantidad de nuevos parques eólicos que varias empresas quieren instalar en los montes y que pueden poner en grave riesgo sus actividades, esas actividades que "han hecho toda la vida". Así que vamos a pasar en muy poco tiempo de la polémica a los enfrentamientos, y si queremos salpimentar el asunto con algo de guasa, vamos a ver una lucha entre los que no quieren nucleares y gas y los que no quieren eólicas, según afecte o no a sus intereses. Por supuesto, los culpables de lo que vamos a vivir son los políticos, que también utilizarán este problema, estos enfrentamientos que nos van a perjudicar a todos, como saetas contra sus adversarios. En fin, ni las nucleares eran tan malas, para hacer lo que hizo con ellas Felipe González, ni el gas es tan caro (el gas que Rusia vende a Occidente y es comprado por compañías privadas es revendido a los consumidores hasta cinco veces más caro del precio de compra), ni las renovables son inocuas. En fin, para decirlo de una vez, el problema de las energías alternativas es el mismo problema del liderazgo político.
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