Liberándonos de nosotros mismos
Estoy rememorando un artículo muy bonito que lo dice todo en su título: "El laberinto del miedo", pero termina dejándonos donde estábamos: "Valorar las pequeñas cosas, saber disfrutarlas es uno de los grandes secretos de la vida; la solución perfecta para salir del laberinto del miedo". Yo me pregunto: las pequeñas cosas van con nosotros en el laberinto, ¿acaso no estamos buscando algo grande que nos libere? Queremos ir del llanto a la alegría, de la angustia al sosiego, de la enfermedad a la salud, de la muerte a la vida, del confinamiento a la libertad, de la videollamada al abrazo...
Al parecer todo eso se cura y se consigue observando una flor, si no hay alguien fumando cerca, claro, o escuchando el trino de algún pájaro, si el ruido del tráfico te lo permite. No obstante, el artículo ofrece una idea interesante aunque no concluyente: "La amistad y la conectividad social mejoran la plasticidad del cerebro, fortalecen el sistema inmune y potencian la energía vital". Sí, eso puede ayudar, pero naturalmente a un sector que no sufre tanto miedo. ¿Qué pasa con el que no tiene apenas contacto social, recluido en casa o en la residencia, o simplemente no tiene amigos? Probablemente irá preguntando al que tiene cerca u observando al que pasa para ver si saben encontrar la salida por donde pueda salir él también.
Bien, ¿qué salida propongo yo?: las cosas grandes. Más bien que cosas para nosotros mismos cosas para el más necesitado, en ese caso se convierten en cosas grandes. El esfuerzo, el sacrificio, la generosidad para con el amigo, para el conocido o para el desconocido desamparado, hace para nosotros un puente entre el desierto y el paraíso. El Salmo 126:5,6 lo expresa así: "Los que siembran con llanto cosecharán con gritos de alegría. El que sale, aunque sea con lágrimas, llevando su bolsa de semillas, sin falta regresará con gritos de alegría trayendo sus gavillas". Eso es, semillas de altruismo, de consuelo, de amor, que producen felicidad al que las recoge y al que las siembra. "Hay más felicidad en dar que en recibir" (Hechos 20:35). Cosas grandes.
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