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Simple libertad de elegir

1 de Febrero del 2009 - Margarita Coro y José Ramón Barbés

En estos días en que los Estados Unidos están tan de moda, parece adecuado recordar una de las muchas frases célebres de Abraham Lincoln: «El hombre nunca ha encontrado una definición para la palabra libertad».

Viene a cuento esta idea a propósito de la supuesta amenaza, por parte de los poderes públicos, de retirar el concierto a dos colegios asturianos. Dos colegios que emplean a más de un centenar de trabajadores. Dos colegios que totalizan casi un millar de alumnas y alumnos y, además, cerca de seis mil antiguos alumnos.

Los perjudicados directos por una decisión así serían varios cientos de familias que cuando leyeron el artículo 27.1 de la Constitución española –aquello de «todos tienen derecho a la educación, se reconoce la libertad de enseñanza»– jamás pensaron que llegaría el día en que algunos tratarían de vulnerar un derecho tan elemental con argumentos tan poco consistentes.

Subtítulo: A propósito de los conciertos de los colegios Pañamayor y Los Robles

Porque lo que está en tela de juicio es el derecho de unos padres a elegir el modelo de educación que quieren para sus hijos. La opción de ejercer un derecho constitucional simétrico al deber –entre otros– de pagar impuestos. La posibilidad de apostar por un modelo educativo que paulatinamente gana partidarios en Estados Unidos (el país de Lincoln y de Obama) y en otros países que no son precisamente colistas en los rankings de desarrollo y de libertad.

Los firmantes de este artículo presidimos las asociaciones de Antiguos Alumnos de los colegios Peñaubiña, Valmayor (hoy fusionados en Peñamayor) y Los Robles. Son ya más de seis mil los asturianos y las asturianas que han pasado por estas aulas. Seis mil asturianos entre los que hay de todo: gente del Oviedo, del Sporting, fumadores, lectores de Kafka, admiradores de Bardem, taurinos y antitaurinos, fans de «El Canto del Loco», militantes de muy diversos partidos políticos y sindicatos, antifutboleros, partidarios de las energías renovables, conductores de autobús, amantes de los documentales de La 2, gente sin teléfono móvil... Y así podríamos seguir hasta llegar al restante total, que es... gente corriente, de todo, como en cualquier otro colectivo de antiguos alumnos.

Gente educada en unos valores en los que se dio preponderancia a la libertad acompañada de responsabilidad. Valores, enmarcados en un modelo educativo, que a muchos de nosotros nos han animado a llevar a nuestros hijos a estos mismos colegios. Y valores que, por ese mismo efecto de la libertad responsable, han llevado a otros a no hacerlo. Como ocurre con los alumnos de cualquier colegio del mundo.

¿Cuál es, entonces, la razón para retirar los conciertos a los colegios de Los Robles y de Peñamayor? ¿El problema es que separan a niños y niñas? Bien, quien no esté de acuerdo que no lleve a sus hijos a estos dos colegios. Alternativas hay de sobra. ¿Existe otra razón? Que se diga. Con razonamientos, claro, no con visceralidades, que lo que está en juego es un precepto constitucional.

No pretendemos defender a estos colegios ni a la empresa de la que dependen. Eso sabrán hacerlo ellos. Sólo queremos defendernos a nosotros mismos. No porque nos consideremos un «éxito pedagógico», desde luego. Ni por lo contrario. Sino porque somos, sencillamente, como los demás. Y por eso consideramos que el modelo educativo que nos ha traído hasta aquí merece el mismo trato que los demás. ¿Es mucho pedir?

Empezábamos con la idea de Lincoln de que «el hombre nunca ha encontrado una definición para la palabra libertad». Tal vez tenga plena vigencia: definir resulta complejo. Más sencillo resulta aplicar el olfato. Y lo que aquí parece olerse no es, precisamente, una ganancia de libertad, sino, más bien, todo lo contrario.

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