Dejemos que el cerebro se contagie de esperanza
Como una nube oscura de un huracán a poca altura que ronda cerca de la tierra, hoy día pende sobre el género humano un paño mortuorio de conformidad y de transigencia. No solo vamos envueltos y enmascarados en nosotros mismos, sino excesivamente absortos en la mera supervivencia física y... material. Yo me atrevo a dar los buenos días al basurero o a comentar algo a un desconocido en la papelería y la respuesta es asombro, espanto. Hasta ahora ni una peste, ni una guerra han aplatanado tanto el pensamiento y el coraje individual. Covid, más covid, más covid, vueltas y vueltas a la misma tontería sobre la carne. Casi está uno deseando otra metedura de pata que sustituya a la anterior para hacer más llevadera esta insoportable ley de Murphy.
Que alguien diga algo que no tenga que ver con esta aburrida letanía sobre lo archisabido, algo para renovar el espíritu humano y darle un empujón hacia atrás. Sí, sí, hacia atrás, hacia los valores perdidos. Nuestros jóvenes ya no tienen en su entorno referencias vivas, presentes, sobre el pensamiento y el valor individual; casi toda reflexión estimulante ha quedado en los libros antiguos bajo el polvo de la estantería, en general prefieren vivir sin pensar. Hoy día el temor al hombre florece; hombres se portan servilmente ante hombres tratando ansiosamente de complacerlos, transigiendo sin pensar a fin de tener buena reputación con los hombres. No sé si conocéis el dicho: "Haz lo que hace la gente, y te irá como a la gente". Yo prefiero la verdad orillada que me incite a sobrevivir más allá de lo físico y material.
Si el calentamiento global es irreversible, solo Dios puede salvarnos, y aunque nadie habla de él, porque no es lo mismo hablar como hablan las 4.200 religiones humanas que recoger directamente lo que él quiere decirnos, él tiene todas las respuestas: "Vi a otro ángel que volaba en medio del cielo. Tenía buenas noticias eternas que anunciarles a los que viven en la tierra: a toda nación, tribu, lengua y pueblo" (Apocalipsis 14:6). Qué mejor tiempo que este para leer la carta de Dios a la humanidad. Yo aconsejaría a quien no se haya hecho esta propuesta comenzar por las Escrituras Griegas Cristianas (Nuevo Testamento) y seguir después por su comienzo: Escrituras Hebreas (Viejo Testamento).
Al leer, tratar de ver la razón por la que tal cosa se escribió y poco a poco puede uno llegar a comprender por qué estamos donde estamos y cuál va a ser el desenlace. Por ejemplo, si leemos el libro de Job, propongámonos estas preguntas: ¿qué factores hacen que la integridad de Job sea tan sobresaliente?, ¿quiénes visitaron a Job y qué esperaba Satanás que ellos lograran?, ¿qué argumentos emplearon los tres hombres contra Job?, ¿qué defensa hizo Job, pero cómo fue corregido? y... ¿cuál fue el desenlace final, y cómo debe afectarnos? Ánimo.
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